Y vamos abriendo puertas

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Holaaaa. Hacía mucho que venía por aquí. Y si os soy sincera, es que se me había olvidado y acabo de recibir un amenazante correo que me avisa de que si no escribo algo me cierran el chiringuito. ¿Que es imposible que se me olvide algo así? No creas, que ayer se me olvidó cenar. CENAR, SÍ. Toda la noche con hambre, pero como es una sensación constante, pues no caí.

¿Y que os cuento ahora? Pues mi última jornada, que se compone de un viaje al Mercadona y estar en casa haciendo labores amacasiles básicamente. ¿Aburrido? Nah!

Primero os pongo en antecedentes. Mis puertas de casa están malditas. Tardaron meses en ponerlas y tienen unas cerraduras que se bloquean y se convierten en portones blindados, que te atrapan en el baño, la habitación, o donde te encuentres. Esta vez se atrancó la del despacho, que a la vez separa la casa en dos partes. Con mi marido al otro lado del muro. Pasaron horas hasta que un cerrajero pudo liberarlo.

Mientras mi marido moraba por el ala este de la casa yo continuaba con mi actividad normal: bajar a Mercadona con mi super carro carmen nuevo, que por algún motivo que no alcanzo a entender, me da unas descargas eléctricas que ni un desfibrilador. Al ir a pagar no tenía el monedero porque el peque me lo había sacado del bolso y tuve que volver después y cuando llegamos a casa, la terraza inundada porque se había salido la lavadora.
En ese momento llegó el cerrajero, que tuvo que taladrar la puerta literalmente, mientras yo achicaba agua.
Y así concluyó mi día insulso de actividades amacasiles.
Hasta pronto! Si me acuerdo.

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