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como objetivo expresarse en espacios cerrados, aunque
sin embargo y conforme a lo comentado antes, muchas
galerías se han volcado en contar con fondos de muchos
de estos artistas callejeros, creadores que en cualquiera
de nuestros paseos podríamos identificar por esa iden-
tidad de estilo, calidad o personalidad, como serían los
casos de Vinze, Julia Lool, Julieta xlf, Turikills, David de
Limón, Napol, Pichiavo, Demia Concept, Deih, o Erb
Mon, entre algunos otros. Artistas cuyas obras podrán
encontrarse en establecimientos y galerías especializa-
das incluso a modo de souvenir turístico. Aunque cabe
apuntar, que muchas de las citadas firmas tienen reco-
nocimiento internacional. Podremos empezar a verifi-
carlo en cuanto pasemos de fase y los comercios abran
sus puertas.
El escaso tráfico de vehículos ha permitido que al volver
a la calle lo encontremos todo más radiante. Da la sen-
sación que hasta estas intervenciones urbanas se ven
más nítidas, con los colores más limpios y vibrantes. El
duro confinamiento hace aflorar aquella frase de Ernest
Hemingway, “El hombre que ha empezado a vivir seria-
mente por dentro, empieza a vivir y disfrutar más senci-
llamente por fuera.” Y es que tal vez la privación de liber-
tad nos ha hecho valorar las pequeñas cosas a las que
no dábamos importancia. A lo mejor ya nos estamos
quitando la venda de la ceguera y aceptamos que vivir
como si todo fuera infinito en un planeta de recursos fi-
nitos no será posible para nuestros hijos.
En el último paseo realizado pocos minutos antes de
suscribir estas letras, un señor se agacha ante el mural
que tiene delante. Observa con atención. Está acompa-
ñado de un niño con cara de fascinación. Toma una foto.
A continuación, utilizando el navegador de su dispositi-
vo móvil identifica al autor del mural, su número de telé-
fono está visible en Google. Le llama allí mismo:
–“Disculpe,” -dice el hombre- ¿Podría hacer un mural
para la habitación de mi hijo?”
El niño marca sonrisa de oreja a oreja.
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