Claire Marin

Claire Marin: “Una ruptura puede ser terriblemente dolorosa, pero también es una ocasión para redescubrirse a uno mismo”

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La autora francesa ha publicado su libro “Rupturas” (Alienta Editorial) en el que reflexiona sobre cómo lidiar con la rotura en nuestras relaciones. 

A todos nos gustaría que las rupturas afectivas, ya sean amorosas, familiares o con uno mismo, fuesen un corte limpio sin dolores implicados, pero inevitablemente tenemos que lidiar con un proceso de sufrimiento y un trabajo interno para liberarnos de él.

La filósofa Claire Marin, en su libro “Rupturas” explora diferentes situaciones de rupturas a las que nos hemos expuesto o nos expondremos, para hacernos ver cómo podemos convivir con ellas, ya que estas son inevitables.

Independientemente de que las rupturas sean premeditadas o inesperadas, alegres o tristes, leves o trágicas, marcan en cierto modo nuestra existencia y la manera de afrontar nuestra vida. Es por este motivo por el que es importante lidiar con estas incisiones afectivas, ya sea con uno mismo o con los demás.

Claire Marin es escritora, profesora y filósofa. Se doctoró en Filosofía por la Universidad de París y es miembro del Centro Internacional de Filosofía Francesa Contemporánea. Trabaja como profesora asociada de la escuela secundaria Ionesco en Issy-les Moulineaux. Ganó el Premio Literario de la Academia de Medicina y el Premio Jean Bernard por su primera novela Hors de moi. Por su obra Violences de la vie, violences de la maladie recibió en 2010 el Premio Pierre Simon de Ética y Sociedad.

Este último libro, publicado el 1 de septiembre en España, lleva más de 50.000 ejemplares vendidos en Francia. 

 

Como dices en el libro, es doloroso deshacerse de un vínculo emocional. ¿Cómo puede alguien saber cuándo es el mejor momento para perder este vínculo, incluso si sabemos que vamos a sufrir algo de tensión con esta pérdida?

La mayoría de las veces, no elegimos el «mejor momento», soportamos la situación hasta que se vuelve insoportable. La intensidad de nuestro dolor (el sufrimiento de no ser nosotros mismos, de fingir, de mentir a los demás y a nosotros mismos) nos da el impulso y el valor de romper. En ese punto, parece una necesidad absoluta para el sujeto que vive con esta tensión interna.

El libro menciona el tema de la «individualidad»: «Me separo del otro para ser yo mismo». ¿Cómo podríamos llegar a ser «uno mismo/nosotros» sin dejar al «otro»?

Depende de la forma en que se interprete este desapego. Para crecer psicológicamente, tenemos que aceptar progresivamente la distancia, el alejamiento de los seres queridos y protectores (los padres, por ejemplo, cuando somos niños). Aprendemos a ser capaces de estar a solas con nosotros mismos sin sentirnos abandonados o angustiados. 

No tenemos que «dejar» a los demás, pero debemos hacer frente a su ausencia. Debemos aprender a no depender exclusivamente de su amor, afecto, atención. Porque si lo hacemos, podemos llegar a ser lo que ellos desean que seamos, no lo que nosotros queremos ser. Es lo que el psicoanalista Donald Winnicott llamó un «falso yo», opuesto a un «verdadero yo».

 

Usted menciona a Sartre y su concepción del «peso de los compromisos». Esto se explica como sujetos dentro de una caja de la que quieren escapar. Como seres humanos y sociales, ¿estamos condenados a vernos como prisioneros dentro de la sociedad?

No, no lo estamos. Podemos liberarnos de las «cajas» predeterminadas en las que la sociedad está dispuesta a categorizar a cada uno de nosotros. Pero una transgresión social (decimos transclasses en francés para describir a las personas que logran ascender socialmente) es a veces un alto precio a pagar. Podemos aparecer como arrogantes, como injustos o infieles, incluso como traidores.

 

Las rupturas hacen que las personas se vuelvan más frágiles. ¿Cómo podríamos evitar este sentimiento?

Deberíamos tratar de evitarlo. Porque la fragilidad nos enseña mucho sobre nosotros mismos. Nos ayuda de hecho a entender la mala razón por la que nos aferramos a una relación tóxica, por ejemplo. No debemos negar nuestra fragilidad, sino tratar de investigarla para comprender el sentido de esta vulnerabilidad, nuestras necesidades en términos de apego o nuestra dependencia afectiva. 

 

Como usted escribió en el libro, para convertirse en uno mismo la violencia interna de los sentimientos debe desaparecer, pero en una separación a veces parece ser difícil. ¿Qué consejo le daría a alguien para superar una ruptura amorosa, por ejemplo?

Una ruptura puede ser terriblemente dolorosa, pero también es una ocasión para redescubrirse a uno mismo. Para reinvertir partes de nuestra personalidad que han estado entre paréntesis en esta relación anterior. Puede ser el lado divertido de mi personalidad, mi creatividad, mi ambición personal, cosas que puede que haya callado para complacer a mi expareja. ¡Hagamos que este «yo fantasma» vuelva a estar vivo! Ser uno mismo es también en parte una acción creativa, eso es lo que la ruptura también nos enseña.

 

Según Henri Michaux «estamos cegados por el prejuicio de la unidad». ¿No es la unidad algo que nos mantiene estables, cómodos?

Sí, lo es, ¡por supuesto! Hasta que se convierte automáticamente en una vida aburrida y monótona en la que actuamos sin estar realmente presentes, invertidos en lo que hacemos. Cuando vivimos de forma repetitiva, estamos fuera de nuestra propia vida, como dijo Bergson. Ser uno mismo nunca es tan estable. La identidad es siempre acrobática, siempre estamos experimentando momentos de desequilibrio, como también dijo Michaux. La idea de la identidad como constancia y unidad es agradable y cómodo, pero puede ser sólo una idea y una ilusión como la defendió Hume, contra la mayoría de sus contemporáneos en el siglo XVIII.

 

Según usted, ¿cuál es el mayor daño que una pérdida podría provocar a largo plazo?

Algunas pérdidas muy especiales son trágicamente insoportables, insuperables. Podemos perdernos en un dolor muy profundo. Algunas personas están definitivamente destrozadas por la pérdida de un ser querido.

 

Si hay algo que nos aterroriza es la muerte de otros. ¿Cómo podríamos estar preparados para este hecho inevitable?

No creo que podamos prepararnos para la muerte o la separación violenta. La filosofía no es tan consoladora como podríamos esperar, según yo. Como acabo de decir, algunas pérdidas son cruelmente destructivas y se viven como un escándalo metafísico, como la experiencia de la injusticia y el mal.

 

Aunque sabemos que los lazos emocionales que construimos durante toda nuestra vida van a desaparecer, ¿por qué no estamos educados para esta separación?

Necesitamos cierta continuidad para imaginar, para proyectarnos, para entablar relaciones o acciones. La incertidumbre es demasiado inquietante para nosotros. Por eso el momento que estamos viviendo ahora es tan perturbador. No sólo tememos la enfermedad, sino también la desaparición de la continuidad, la repentina fragilidad de todo. Lo que normalmente tratamos de negar o evitar – la vulnerabilidad y la incertidumbre – es ahora una parte visible de nuestra vida cotidiana.

 

Como resultado de los avances tecnológicos, ¿percibe usted una mejor capacidad para hacer frente a los cambios de la sociedad actual?

Seré menos optimista. Los «avances» tecnológicos son parte del proceso destructivo en nuestras relaciones (que son cada vez más virtuales y fáciles de terminar), en nuestra forma de trabajar, en algún control social. Personalmente, prefiero contar con hombres y mujeres que con algoritmos.

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