La Navidad tiene ese lenguaje propio, hecho de pequeños gestos que reconocemos incluso antes de que lleguen las luces. Y uno de ellos son las ganas de volver a un lugar que siempre prometemos visitar, esas largas sobremesas que empiezan como una comida y terminan siendo algo más. Los reencuentros, el deseo de compartir. Eso es la Navidad.
Y por eso, este año decidí que la Navidad merecía algo distinto. Después de doce meses en los que todos habíamos vivido un pequeño terremoto personal, supe que lo que necesitábamos no era una comida más: era un respiro. Una pausa. Un lugar en el que volver a encontrarnos sin prisa, sin notificaciones, sin compromisos. Así que envié una carta. Una de las de antes, escrita a mano, con un pequeño mapa dibujado y una única instrucción: “Nos vemos todos el 25 de diciembre, AQUÍ.”Nadie sabía realmente a dónde los estaba llevando; pero tampoco hacía falta. Era mi manera de regalarles un principio, un origen.
Llegué temprano al lugar. Era una casa perdida entre montañas, con la luz suave del invierno, que se colaba por las ventanas. Y como toda historia que empieza bien, esta también tenía su preludio en tres botellas: Marqués de Riscal Reserva Edición Especial Risk All 2021, XR de Marqués de Riscal y Finca Montico Gran Vino de Rueda. Mis cómplices silenciosos, perfectamente alineados con la esencia de esta Navidad. Coloqué las botellas en la mesa principal, ya que para nosotros son los ejes de la celebración, y añadí pequeños detalles navideños: ramas de abeto, un puñado de nueces, velas. Nada más. La esencia es sencilla; eso lo sabe bien Marqués de Riscal.
Los primeros en llegar fueron Clara y Mateo, mis sobrinos, de 7 y 5 años, que entraron corriendo como un torbellino. Quién no quisiera tener su energía. Detrás venían mi hermana Julia y su marido, cargados con bolsas y carcajadas. Justo detrás, llegaba mi marido, junto a mi madre, que se bajó del coche con una mezcla de emoción y sorpresa. “¿Esto qué es?” – dijo, mirando a su alrededor. Como a todos, a ella también le cuesta soltar el control. Pero esta Navidad, me tocaba a mí.
Y la mayor sorpresa aún estaba por llegar. Cuando todos cruzaron la puerta del salón, allí estaban ellos: mis abuelos, sentados junto a la chimenea, sonrientes. El año pasado no pudieron unirse y tenía claro que, esta vez, no podían faltar. Vi cómo a mi madre se le iluminaban los ojos, mi hermana se llevó una mano a la boca y Clara, y Mateo corrieron a abrazarlos. Ese abrazo fue, sin duda, el verdadero comienzo de la noche.
Y entonces sí: empezó nuestra Navidad.
La calma del inicio: FINCA MONTICO GRAN VINO DE RUEDA
Mientras preparábamos la mesa, y colocábamos los aperitivos: el imprescindible jamón, una tabla de quesos, aceitunas y un paté suave de campaña, descorché el que para nosotros siempre es el inicio: el Finca Montico Gran Vino de Rueda.
Y pensé que el plato que me había enseñado a preparar mi abuela era perfecto para este vino: un Tartar de lubina con cítricos.
Este vino es, para mí, es uno de los mejores para comenzar una comida de estas características, por su frescura y equilibrio. Cuando lo serví, mi abuela sonrió: “Este vino me da paz”, dijo. Y entendí lo que quería decir: el Montico es claro, directo, luminoso; un vino que se siente como un respiro profundo. Justo lo que necesitábamos. Un suspiro general llenó el salón.
En la mesa, sus matices realzaban el sabor del tartar y la ensalada de quinoa con aguacate con la que comenzábamos ese día de Navidad. “Creo que este es mi favorito – declaró Julia, mi hermana – cuéntanos su historia, abuelo”

“Pues el Montico es un vino 100% verdejo de viñedos de más de 50 años en La Seca. Como veis – dijo mi abuelo levantando la copa – es de un amarillo verdoso precioso. En nariz tie- ne aromas delicados y elegantes de verdejo, hinojo, hierbas, flores, frutas como pera y melocotón, pero no llega a ser explosivo” – afirmó, mientras todos olíamos nuestras copas – “En boca es fresco y muy equilibrado, con un final largo.
Pero lo especial es cómo se hace: vendimia a mano, prensado de la uva entera, fermentación con levaduras propias y crianza sobre sus lías finas. Por eso tiene ese cuerpo, y estabilidad aromática. Gracias a todo esto, se mantiene fresco y elegante durante mucho tiempo, hasta 2 o 3 años después de la vendimia.”
“Se nota esa elaboración que tiene con la mínima intervención” – dijo mi marido, “resalta el carácter del terruño y la pureza varietal”.Nos reímos. “Cuánto sabes, cariño”, le dije haciéndole una caricia, y animé a mi familia a realizar el primer brindis de la noche. “¡Por nosotros!”. “¡Y por Marqués de Riscal!”, gritó mi abuelo. Más carcajadas.
El encuentro: XR DE MARQUÉS DE RISCAL
Cuando la conversación comenzó a elevarse y los niños ya habían conquistado el sofá, saqué el segundo vino: XR, una creación nacida de la selección de las mejores uvas de los viñedos históricos de Riscal. XR tiene esa capacidad de introducir elegancia sin esfuerzo. Lo serví con un gazpacho manchego tradicional, con carne de caza. Uno de nuestros platos favoritos. El XR se abría con notas de frutos rojos, una acidez refinada y un fondo especiado que lo ha- cía irresistible.
“Este vino siempre es una sorpresa”, comentó mi cuñado, moviendo la copa con interés. No pude estar más de acuerdo. Y es que el XR es un tinto que, aunque joven, tiene personalidad suficiente para acompañar un plato tan potente como es el gazpacho manchego, sin esconder su carácter ni sobrecargar. A mi abuela, que siempre ha sido más de tintos, se le escapó un “qué bien entra”.“Venga abuela, ahora te toca a ti contarnos la historia del XR, que sé que este vino te encanta”, dije, aplaudiendo.

Con una sonrisa, mi abuela nos explicó las características de su vino favorito: “Como podéis ver – dijo levantando la copa, gesto que todos imitamos – el XR es un tinto de color cereza intenso, muy expresivo en nariz. Tiene un aroma a regaliz, canela y pimienta negra, y aunque ha pasado por madera, casi no se nota porque la fruta madura domina todo.
En boca es fresco – comentó, mientras da un pequeño sorbo – con taninos suaves, buena estructura y un final largo con ese toque balsámico tan característico. Y ya sabéis que me encanta su historia: en Marqués de Riscal se marcaban barricas especiales con una tiza con la palabra ‘XR’ porque tenían algo distinto, pero nunca se comercializó; era un referente para los maestros bodegueros. Hoy, este vino es un homenaje a todos ellos, a quienes durante más de un siglo ayudaron a construir la historia del vino en la bodega. Y así – terminó mirando a Clara, que se había acercado a su lado – lo diferente se convierte en exclusivo”Y Clara – que solo olió la copa, porque aún le quedan años para probar vino – dijo, levantando los hombros: “Huele a Navidad.” Y no pude estar más de acuerdo, mientras se producía otra carcajada.
Cada cucharada del gazpacho encontraba en XR un compañero perfecto: ligero, elegante, equilibrado que elevaban el toque especiado del plato, el sabor de la carne, al que aporta estructura. Cerré los ojos. Aquello era la verdadera felicidad.
El origen: MARQUÉS DE RISCAL RESERVA M EDICIÓN ESPECIAL RISK ALL 2021
Mientras el día continuaba entre risas, brindis y anécdotas, me levanté a por la sorpresa final, y descorché la estrella de la velada: la Edición Especial Risk All 2021.
Todos me miraban con sorpresa. No se lo esperaban. Mi madre exclamó que por fin íbamos a probar ese vino, con las ganas que teníamos. Saqué el último plato de la comida: el cordero asado con hierbas y patatas asadas, receta de mi bisabuela. “¡la receta de mi madre!”, exclamó mi abuela, mientras toda mi familia aplaudía.
Propuse yo estrenarme en las famosas catas que hacíamos en celebraciones especiales. “Como el XR, este es un vino de cereza intensa, y también con esos toques de regaliz, canela y pimienta negra. Es una edición especial de su Reserva. Es una añada extraordinaria en cuanto a calidad y consistencia. Y mirad la botella. Es preciosa”. Está diseñada por Isidro Ferrer: fijaros en los detalles, el papel con textura de madera y colores que recuerdan a los viñedos y la arquitectura del Hotel Marqués de Riscal.

“Este vino tiene algo distinto, como… con más carácter. Es una obra de arte”, dijo Julia mientras lo degustaba. Y era cierto. Su estructura y cuerpo equilibraban la potencia y jugosidad del cordero, haciendo su sabor más intenso.
“Brindemos —dije— por los riesgos que valieron la pena este año.” Las risas posteriores confirmaron que todos teníamos alguno en mente.
El regreso A LA ESENCIA
La noche avanzó entre juegos de mesa improvisados, predicciones sobre el año que entraba, y más brindis. Los niños se quedaron dormidos antes de que aparecieran los turrones; mi abuelo contaba anécdotas que habíamos oído más de una vez. Y mi abuela, con los ojos llorosos de la emoción, contó que esa era la casa donde había conocido a mi abuelo, mientras nos mirábamos con complicidad.
Yo ya lo sabía, y por eso estábamos allí. Me pareció muy bonito volver donde todo empezó. “Ha sido una gran sorpresa” – exclamó mi madre, emocionada. Y todos asintieron, dándome un abrazo.Nos quedamos un momento en silencio, todos alrededor de la mesa. Las botellas vacías, las velas consumiéndose despacio, la chimenea crepitando.

Ahí estaba la esencia. En lo que permanece cuando todo lo demás se apaga: el encuentro, el origen, la celebración que nace de compartir lo auténtico. Y sí, también en el vino. Porque aquel día, como tantos otros, Marqués de Riscal no fue un acompañante: fue el corazón de nuestra Navidad. Porque hay sabores que construyen recuerdos.
Y que volver al origen no es un paso atrás, sino un salto hacia lo que de verdad importa. Por eso este año, más que nunca, entendí algo: la esencia de la Navidad no se busca. Se brinda.
















