Majestuosa Polonia

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Viajar a Polonia es viajar a una parte de la historia que a menudo olvidamos. Es degustar sabores que relacionamos con otros territorios. Es frío y calor al mismo tiempo. Es contraste y color. Es encontrarte con ciudades que no te esperabas, donde las tres B se cumplen a la perfección. Lo bueno, bonito y barato en Polonia es un must. 

Lo primero que te viene a la cabeza cuando aterrizas en Cracovia, ciudad al sur de Polonia cercana a la Republica Checa, es que estás como en un cuento de hadas. Todo su centro histórico y medieval desemboca en la plaza del Mercado, una de las más grandes de Europa y que acoge el centro de la vida de la ciudad. En esta plaza se encuentran la lonja de los Paños, un punto comercial de la era del Renacimiento, y la basílica de Santa María, una iglesia gótica del siglo XIV. Recorrer su antiguo barrio judío nos traslada a una época llena de nuestra reciente historia, protagonista, además, de una de las películas más características del cine, como es La Lista de Schindler. Además descubrirás un barrio bohemio lleno de comercios, cafés, monumentos, sinagogas, que se ha convertido en uno de los barrios de moda para los jóvenes y los universitarios. 

El distrito de Podgorze, donde se asentó el Gueto judío durante los años de ocupación nazi, el museo Oskar Schindler, el monumento de las sillas, y el antiguo barrio comunista Nowa Huta son algunos de los lugares más imprescindibles de la joya de la corona polaca.

A pocos kilómetros al oeste de Cracovia, encontramos el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, una visita poco agradable pero obligada para poder comprender la historia del S.XX. El lugar es inmenso, así que en este caso, lo más recomendable es reservar una de las visitas guiadas que se ofrecen en varios horarios todos los días. 

Si Cracovia no te deja indiferente, Wroclaw tampoco dejará de sorprendente. Conocida como la “Venecia polaca” por sus más de 100 puentes cruzando el rio Oder. La Stary Rynek o plaza del mercado es la segunda más grande de Polonia y donde se encuentra el imponente edificio del Ayuntamiento. Si te alejas un poco de la plaza descubrirás la iglesia de San Vicente, la de Santa Maria Magdalena, o la Universidad. Al cruzar uno de los puentes, te encuentras con la isla Arena y la de la Catedral. Sus jardines y monumentos históricos dotan a esta zona de un encanto especial. Como curiosidad, Wroclaw es la isla de los enanos, unas estatuas diminutas con diferentes formas repartidas por toda la ciudad. Son un símbolo de la lucha por la libertad y un homenaje a los miembros de un grupo clandestino que protestaba contra el gobierno comunista de la época y se disfrazaban de enanos en las manifestaciones. 

Una de las ciudades más antiguas de Polonia es Poznan, situada a orillas del río Varta, y conocida por sus universidades y su casco antiguo. Edificios de todos los colores imaginables (tanto como en Cracovia y Wroclaw), edificios de estilo renacentista o el Ayuntamiento dan a su Plaza Mayor un estilo único, donde pasarías horas tomando una cerveza en cualquiera de las terrazas que la rodean. 

Al llegar a Varsovia te encuentras a una ciudad muy marcada por la guerra, que la dejó completamente destruida. Los trabajos de reconstrucción recogen una amplia variedad arquitectonica que refleja parte de ese pasado y turbulenta historia. El núcleo de la ciudad vieja es la Plaza del Mercado, con edificios de colores pastel y cafés al aire libre. El Monumento de la Sirena de Varsovia en su centro es un símbolo de la ciudad. Perdernos por las calles de Varsovia es encontrarnos con iglesias góticas, palacios neoclásicos, bloques de edificios soviéticos y los rascacielos modernos o de la época comunista, como el imprescindible Palacio de Cultura y Ciencias. 

Después de analizar lo más característico de estas cuatro ciudades polacas, no podemos dejar de comentar su gastronomía. Entre los platos más típicos de ella, se encuentran los pierogi, una pasta rellena de carne, queso o patata. Los bigos son un guiso de carne, cebolla, panceta y col. La típica salchicha polaca se llama kielbasa y suelen ir acompañadas por puré de patatas, o ensalada. Y si de algo presume las gastronomía polaca es la variedad de sopas que tiene. La más característica es la barszcz, hecha de remolacha, col, cebollas, ajo, patatas, limón, sal y pimienta, aunque la más famosa es la zurek, que se prepara con harina de centeno, patatas, caldo de carne, huevo duro y salchicha blanca, y se sirve dentro de un pan de centeno redondo. Otro de los platos más populares en Polonia es una chuleta de cerdo rebozada y frita que se sirve con repollo y patatas (Kotlet schabowy). No puedes dejar de probar el Kaczka z jabłkami, un plato a base de pato asado con salsa de manzana. 

Uno de los sitios más típicos de Polonia y una visita imprescindible son los llamados bares de leche, unos bares que se abrieron a finales del siglo XIX en la Polonia socialista para obreros sin cantina en sus trabajos, y más adelante para gente sin recursos. Actualmente se pueden degustar los platos típicos polacos a precios muy reducidos, y supone una auténtica experiencia ya que todo está en polaco y los cocineros solo hablan ese idioma.

Por su cultura, historia, gastronomía y colorido, a pesar del frío, Polonia es un destino muy recomendable que te sorprenderá en cada uno de sus rincones. Al salir de allí querrás volver a probar sus platos, perderte por sus calles, descubrir su cultura, sus bares, degustar sus cervezas y embobarte con el ambiente de sus barrios antiguos. 

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