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Por más que el refrán insista en lo
contrario, sobre gustos hay mucho
escrito. Lo que para unos suena leja-
no para otros se convierte en un ob-
jeto de deseo. Por mucho que haya
y vengan modas hosteleras quedan
pocos rituales tan claros que logren
hacer algo tan creíble como un al-
muerzo. El bocadillo, pesa mucho en
la componenda matutina. A pesar
de la pregonada neutralidad déjen-
se mimar antes de iniciar el recorri-
do por los monumentos falleros. El
‘crescendo’ imparable del aperitivo
suscita toda clase de certidumbres
antes de las mascletaes. El vermut
se asoma de manera cotidiana al
balcón mientras macera los gustos.
Aunque el tardeo es el colágeno
que genera la elasticidad de las so-
bremesas y está últimamente muy
vivo, no se obsesionan en reanimarlo
para seguir dándole cuerda a la vita-
lización de las cenas populares.
La identidad de la restauración va-
lenciana no es compleja y puede ser
delimitada con facilidad. La foto fija
de adhesiones incondicionales ha-
cia las clásicas barras explica su plu-
ralidad entre cuyas virtudes siempre
destaca la fertilidad de tapas pro-
pias. Los bares de barrio escenifican
la realidad en diferentes grados. El
flechazo es evidente. El “sorpasso”
es claro, raciones ilustradas y exce-
lencia popular. Su versatilidad es tan Aunque no hay paladares distraídos, na fallera. Hay muchos argumen-
concluyente que no hay temor a una ni inmunes a la empatía callejera de tos a favor y pocos en contra para
sobreexplotación. algunos puestos ambulantes, debe- disfrutar. Ustedes tienen la última
mos estar muy despiertos, sobre lo palabra, de eso si estamos conven-
Nada supera el lazo íntimo que es- que no toca, ante la posible presencia cidos. Es una buena ocasión para
tablecen los buñuelos. Nunca han de cierta hostelería sin saldo alguno, evitar despacharnos con un final sin
dejado de ocupar un lugar preferen- porque ahí está la señal de lo que nos fórmulas acartonadas ni eslóganes
te. Los buñuelos y el chocolate son el preocupa y ocupa. de asombrosa simplicidad. Solo hay
preludio y el epílogo de las jornadas. una razón amarga para finalizar este
Servicio 24 horas. Los buñuelos, con La restauración tiene la virtud de recorrido, el poder efímero de este
nombre propio, con los que tene- estar ahí, simplemente ahí y no hay texto que obedece a imponderables
mos una relación intermitente, lle- actualidad que esquive las tonela- del tiempo como reflejo de un pro-
gan siempre sincronizados sin área das de demandas gastronómicas nóstico mil veces reiterado. Fallas y
de descanso favorita. que se desarrollan durante la sema- restauración, sociedad ilimitada.
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