Todos los que visitamos el Barranc dels Horts e intentamos describir la experiencia, nos vienen a la cabeza palabras como “único”, “sorprendente” o “mágico”, por lo que no resulta extraño que nos apetezca volver. En esta ocasión, el deseado retorno se produce con mis amigos de Sendeando, acompañados con un experto en botánica que nos recuerda lo especial que es este lugar: después de Puebla de San Miguel (Rincón de Ademuz), este territorio posee la mayor concentración de árboles monumentales de la Comunitat Valenciana, con unos mil ejemplares identificados. A lo largo de la historia ha pertenecido a manos privados, lo cual les ha protegido de servir para fabricar muebles o barcos con esta excelente madera, hasta nuestros días que la finca fue adquirida por la Fundació Caixa Castellón, cuya máxima guardiana es la bióloga Isabel Querol, a la que he tenido el honor de conocer y que se ha mostrado siempre abierta a compartir conocimientos.
En dicha finca del Barranc dels Horts, viven unas criaturas fascinantes, quejigos y carrascas de varios siglos, que nos maravillan con su grandiosidad conforme los vemos mientras caminamos por la pista forestal que recorre toda la finca, algunos de los cuales ya existían cuando Cristóbal Colón descubrió América, un auténtico tesoro natural para los valencianos en particular y para el mundo en general. Quizá el más conocido sea el Roure Gros,el cual se encuentra al llegar a la fuente por la pista forestal, la Font dels Horts, subiendo por una pequeña senda al lado y que nos lleva hasta este antiguo roble. En ocasiones se organizan excursiones para plantar sus semillas y conservar así su legado. Sin embargo, en la actualidad su acceso está restringido por seguridad, ya que por su avanzada edad, con cerca de siete siglos, se teme por su deterioro fatal si se acercan visitantes o por la seguridad de estos si se desprende alguna de sus enormes ramas. En su lugar, Isabel Querol, la guardiana de este asombroso lugar, ha abierto una nueva senda que lleva al Roure del Roquissar, un ejemplar similar en la misma ladera que el primero.
Si continuamos caminando por la pista foresta, empezaremos a rodearnos de bosques de carrascas y, conforme más subimos, el paisaje cambiará radicalmente siendo dominado por los llamados cojines de monja y las sabinas, que siempre me han parecido, por su tamaño, como ejércitos de elementales a punto de echarse a andar y si no, fijaros en las fotos… También disfrutaremos de construcciones de cabañas y muros de piedra en seco, una técnica centenaria que se pretende convertir en Patrimonio de la Humanidad para que no se pierda. Más tarde, masías en el horizonte, para el aprovechamiento ganadero del terreno, en que no faltarán ovejas y vacas en nuestro camino.
Estas son las fotos en el mismo orden que la excursión: