Carlos Sebastiá y “El tiempo suspendido”

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Después de tomar la decisión de abandonar una vida laboralmente estable y en buen grado cómoda, Carlos Sebastiá pasó una década de varias mudanzas y estancias entre Pekín y Londres (dos y cuatro años respectivamente), donde residió para dedicarse de pleno a ampliar su formación como artista sin dejar de lado el hecho de crear y seguir expresándose como tal. Acto de valentía o de inconsciencia, dar carpetazo profesional y dejar un pasado de cierto éxito para no volver representa un acto determinante: el de realizar en la vida lo que uno quiere ser y hacer, determinación fruto de vivencias acumuladas cuando ya no se es niño (sobre la mitad de la treintena entonces) y se decide por tomar un camino diferente. Así, tras la licenciatura en la Facultad de BBAA de la UPV que como hemos comentado finalizó con una beca en Pekín, acelera las diferentes fases y etapas de vida profesional como artista, consciente de que dedicarse de pleno al arte, y en su caso de manera tardía representa un verdadero reto vital que pasa por acelerar fases. Tal vez sea este hecho -del que es consciente- el origen de su fijación por el paso del tiempo y lo que representa la construcción de la memoria. “La memoria la construye cada cual” dice. Antes de todo esto, Sebastiá se había Licenciado en ADE y realizado un Master en ESIC, trabajado en banca, en el sector del mueble, en consultoría y en la industria farmacéutica en empresas como Pfizer, Ferrer y Laboratorios Pierre Fabre, por ejemplo. En este plano, Sebastiá recuerda aquella sentencia de Pablo Picasso: “Aprende las reglas como un profesional para poder romperlas como un artista”.

El presente proyecto, a priori parece una invitación a sumergirse en sus andaduras vitales, todo acto de creación tiene algo personal o íntimo,  puesto que repara en el paso del tiempo a partir de imágenes próximas, y como expresa muy bien Carlos Delgado en el texto que le dedica al catálogo de la exposición. “Tal vez el verdadero recuerdo es precisamente eso que tapamos con la pantalla del móvil, mientras que la imagen es lo que siempre nos acompaña. A partir de esta paradoja, el artista aborda el papel que juegan los sistemas digitales de la información, y su comparación relacional con los antiguos modelos analógicos. Para ello, toma como punto de partida un banco de imágenes autobiográfico que utiliza como excusa para indagar en la memoria y el olvido. Pero también aborda un sentido específico de la experiencia, ese lugar donde verse conmocionado y arrebatado…”

Así, en su estudio, Carlos Sebastiá ha estado revisando referencias fotográficas para detenerse en lo que no se aprecia en ellas a simple vista, el exceso de píxeles de las partes más oscuras, o la escasez de ellos en las partes más claras. Simultáneamente, toma fotos analógicas y se fija en la trama, al igual más densa cuando los tonos son más oscuros, más espaciada cuando los tonos de la imagen son más claros. Manipula las imágenes digitales, las aumenta, las imprime, pinta sobre la impresión, las lleva a lo analógico, y al revés, las analógicas las lleva a lo digital. Trabaja con la idea de lo selectivo, de esa parte no perceptible, de lo que existe en esos legajos de memoria que representa su banco de retratos, de fotografías. En cuanto a la percepción estética confiesa “Para esta exposición me he encontrado cómodo buscando formas setenteras en las imágenes, por ejemplo papeles pintados. Los papeles pintados los asociamos a la memoria visual  determinada por la estética que la fija, por decirlo de alguna manera”. 

Para Sebastiá, cada cual tiene una manera constructiva para establecer los recuerdos en un tiempo determinado, desde el momento y el modo en que saltan a nuestra memoria al ver cualquier imagen “La forma como asociamos unas imágenes a otras para crear el pensamiento puede determinar nuestro carácter”, díce.

“¿Qué es dibujo, qué es pintura, qué es foto? “, se pregunta a sí mismo, “Respecto a las emociones, los recuerdos se construirán sin discriminar, cualquier imagen puede ayudar, incluso pueden evocarte algún olor, y trasladarte a cualquier lugar o momento en el tiempo, por supuesto…”

Diría Baltasar Gracián “Lo único que realmente nos pertece es el tiempo: incluso aquel que no tiene otra cosa cuenta con eso”.

La galería Shiras recibe la obra de Sebastiá en sus dos plantas en las que se aprecian diversidad de técnicas, collages, Prints, diseño digital sobre tabla, sobre tela acústica.

“Hay un proceso en que la pintura pasa a digitalizarse” insiste. En cuanto a referencias, confiesa no buscar una identificación de la obra con la firma. “Cada trabajo está dedicado a lo que me evoca, me entrego a ello, me dejo llevar, las emociones y los recuerdos me empujan a construir a través de la imagen”. 

Bajo el título de El tiempo suspendido, cada obra de la exposición está acompañada por una imagen contigua de pequeñas dimensiones con la intención de proporcionar un significado, por ello cuando se le pregunta, Sebastiá recuerda a Martín Parr, el fotógrafo Británico cuyo acercamiento a la fotografía documental social es reconocido por su tamiz y sentido del humor, pero también pone el foco en la heterogeneidad de la obra de Gerard Richter en ciertas etapas (Aladín, 2010), o en Julie Mehretu, conocida por sus obras de múltiples capas de paisajes abstractos a gran escala, pinturas, dibujos y grabados que representan efectos acumulativos de los cambios sociopolíticos urbanos. Parte del proyecto viaja con la galería Shiras a la Feria Marte de Castellón, feria de arte a celebrar el presente mes de junio y que ha reconocido el trabajo del artista con el que cuenta en su proyecto itinerante: “Pocket de Marte”. Para estar atentos.   

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