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Cinerama: agosto llega con fuerza y numerosos estrenos

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Ferran Cano (@ferrancano)

www.ferrancano.com

ARTÍCULO REVISTA SOUL AGOSTO 2021

Entramos en el penúltimo mes del verano y con él, numerosas series estrenan temporada. Además, la 36a edición de la Mostra de València-Cinema del Mediterrani, que se celebrará del 15 al 24 de octubre, presenta su nuevo cartel.

Épica ficción

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Apple TV+ estrenará el 27 de agosto la segunda temporada de la serie de ficción “See”, protagonizada por Jason Momoa. La trama gira en torno a un virus que ha dejado ciega a toda la población humana y cien años después de la catástrofe las personas ya crecen sin este sentido, considerado un mito. Sin embargo, dos gemelos nacen con la extraordinaria capacidad de ver, pero tendrán que ser protegidos de una reina que cree que están envueltos en brujería.

 

Anne Hathaway en Modern Love

Modern

El fenómeno “Modern Love” llega a Amazon Prime Video en su segunda temporada. Esta serie, protagonizada por la actriz Anne Hathaway, se basa en la popular columna homónima del diario ‘New York Times’ que explora el amor en todas sus formas. El romance, la amistad y la familia serán las tramas fundamentales de esta entrega, que también cuenta con nuevos rostros conocidos como Kit Harington, Tobias Menzies y Lucy Boynton. Estreno el 13 de agosto.

 

El atraco más famoso llega a su fin

La Casa de Papel

“La casa de papel”, una de las series con mayor éxito de la ficción española, llega a su fin con la 5a temporada. La banda más rebelde con monos rojos y máscaras de Dalí lleva encerrada más de 100 horas en el Banco de España, han conseguido rescatar a Lisboa pero viven uno de sus peores momentos tras haber perdido a uno de los suyos. El Profesor ha sido capturado por Sierra y por primera vez, no cuenta con un plan para escapar, y por si fuera poco, el ejército hará su aparición. Se estrenará en dos partes, la primera el 3 de septiembre y la segunda el 3 de diciembre.

 

En los zapatos de… Valeria

En los zapatos de... Valeria

“Valeria”, la serie basada en las novelas de Elísabet Benavent llega el 13 de agosto a Netflix con una segunda temporada que promete mucho drama. La protagonista deberá enfrentarse a una decisión que podría marcar su futuro como escritora: esconderse tras un pseudónimo y vivir finalmente de su profesión o renunciar a la publicación de su novela y seguir exprimiendo el inagotable mundo de los contratos basura. Además, su vida sentimental no es más estable con Víctor (Maxi Iglesias) de por medio, pero afortunadamente cuenta con el apoyo de tres pilares fundamentales: sus amigas.

 

Homenaje a las salas de cine

Homenaje a las salas de cine

La 36a edición de la Mostra de València-Cinema del Mediterrani, que se celebrará del 15 al 24 de octubre, ya tiene cartel. La imagen es un homenaje a las salas de cine. El icono central del cartel es una cortina que el espectador descorre para descubrir el acceso al mundo que muestra la pantalla. Una imagen evocadora de la magia del cine para un festival que apuesta por la presencialidad y el reto de tomar el pulso al cine contemporáneo e inédito en todas sus secciones. lamostradevalencia.com


ARTÍCULO REVISTA SOUL JULIO 2021

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LA DIFERENCIA ES EXTRAORDINARIA

No aprendemos, mira que llevamos una larga temporada de desgracias acumuladas en este sufrimiento global sin precedentes y, a pesar de todo, de repente abres tu hilo informativo de Twitter y te encuentras con la cara ensangrentada de una pareja de chicos que cuenta que fue atacada por la calle en València mientras daban un paseo cogidos de la mano.

El ser humano se empeña en odiar porque sí, cuando golpea a la libertad, cuando vomita sapos y culebras con el que siente, piensa o habla un idioma diferente. Y asistimos al dramático pan nuestro de cada día auspiciado por la polarización extrema ejercida por aspirantes mediocres al poder. El alud de rechazo a la diversidad es como un saco de boxeo donde descargar ira y rabia que nacen de la ignorancia que tradicionalmente se piensa con el poder de la verdad absoluta. Para ellos y para todos, es recomendable aplacar tanta negatividad de cualquier manera y la ficción seguro que a veces puede dulcificar la realidad o al menos intentarlo.

Sweet Tooth, El niño ciervo lo intenta, su nombre no cabe lugar a dudas, su protagonista es mitad niño, mitad ciervo y además muy adorable. Él crío es durante ocho capítulos un poco de luz en tiempos de de postpandemia. En la serie un virus ha azotado el mundo y los que sobreviven conviven con los híbridos nacidos un poco humanos y un tanto animales. Un contexto que viene al dedillo de la realidad y que se siente más. Después de lo vivido el futuro postapocalíptico en pantalla engancha imaginando que todo puede pasar, quién nos lo iba a decir en 2011 cuando comíamos palomitas viendo sobrevivir Matt Damon en Contagio.

Ahora el espectador, vacunado o no, resulta un poco más frágil y vulnerable. Y uno de los problemas que presenta la serie no se aleja mucho de esta realidad, ya que a la humanidad que queda, salvo excepciones convertidas en personajes positivos, no soporta convivir con las nuevas criaturas mestizas y los malos se empeñan en eliminarlas…

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La cosa pinta dura pero si tenéis hijos disfrutarán la temporada, se enamorarán del pequeño ciervo y además de estar entretenidos, se llevarán un lección de necesaria diversidad, me lo cuentan mis amigas madres.

Cada capítulo es un canto a la libertad apto para todos los públicos a pesar de la aspereza de algunas maldades que el pequeño y los amigos sufren intentando sortear secuestros, persecuciones y demás ataques. Parece que Jeff Lemire que creó el personaje para el cómic original del universo DC, hubiera captado tanto elementos que marcan la actualidad y los hubiera metido en un cuento de cruda fantasía con tintes entrañables ideal para enamorarse de la diferencia en una noche de verano y sentir que abrazar la diferencia resulta extraordinario.


ARTÍCULO REVISTA SOUL JUNIO 2021

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DE TRES CANTOS AL CIELO

Hubo un tiempo en el que éramos prácticamente invisibles para el resto delmundo. El flamenco y los toros resonaban, en blanco y negro, fuera de nuestras fronteras donde los únicos colores con acento español eran el amarillo de sol y el rojo sangría que se bebía la Europa vacacional, que al contrario que nosotros vivía sin complejos en sus visitas cuando la dictadura no dejaba avanzar. Por entonces, televisivamente los maestros de la pantalla encargados de la transición del gris al tecnicolor, como era el caso de Chicho Ibáñez Serrador, sorteaban con ingenio la tijera de la censura y conseguían ver la luz del reconocimiento exterior.

Era una complicada excepción cargada de creatividad como fue el caso de la claustrofóbica Cabina de Antonio Mercero que se alzó con el todo el prestigió que da un Emmy mucho antes que lo hiciese La Casa de Papel y consiguiendo el mismo temor o más que hoy puede provocar un capítulo apocalíptico de Black Mirror. Corría el año 1972 y por entonces Jose Luis López Vázquez no tuvo el gusto de llegar a ver su cara dibujada por una legión de diodos leds en ese epicentro de la globalidad que es Times Square. Si hoy existiese el bueno de Vázquez levantaría la cabeza en la plaza donde viven las vallas publicitarias más caras del mundo y seguro que estaría encantado de saber que las injustamente llamadas “españoladas” se han convertido en spanish, a secas, que cruzan fronteras con toda la rapidez que ofrece la banda ancha y que las suecas y suecos no son las únicos que hoy disfrutarían de sus interpretaciones. Si La cabina fuese un producto del presente lo más probable es que llegase a los 190 países que están conectados al gigante streaming de Netflix, lo que supone prácticamente todo el mundo menos China, Corea del Norte, Irán, Irak y Siria, donde a pesar del cortafuegos seguro que son muchos de allí los que saben como esquivar el veto al capitalismo audiovisual.

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Chicho, Mercero o Buñuel no estarían solos hoy y el club elitista de internacionales tendría muchos más socios en el mercado del s XXI. Lo español hace tiempo que dejó de ser exótico, porque hay 500 millones de personas que lo hablan y no se cuántos que aprenderán viendo lo que rodamos aquí en versión original o subtitulada.

Resulta que las ficciones patrias gustan mucho, porque es frecuente ver como cada vez más productos encabezan las listas del top visionados mundial. Por eso es tan fácil ver a una producción original española como la asfixiante “El Hoyo” reinando en las noches de sofá junto al último taquillazo yanqui de Mark Wahlberg cargado de explosiones y efectos especiales; y ya no es noticia ver los rostros de Ursula Corberó o más recientemente los de Mario Casas o José Coronado brillando en lo más alto de Nueva York, en el último caso para la promoción del thriller español más adictivo en lo que llevamos de año. “El Inocente” presenta algunos de nuestros escenarios más internacionales como Barcelona y Marbella durante ocho episodios para un atracón que dura dos tardes y te deja con ganas de más. Netflix es una factoría de la evasión y aquí cerca, en la madrileña Tres Cantos ha encontrado su cadena de producción en serie para exportar ficciones como donuts más que rosquillas, que son más de allá y se sirven de dos en dos, con un poco menos de idiosincrasia pero con máximo talento. El Sr. Mercero & cía avanzados a su tiempo seguro que estarían orgullosos.


ARTÍCULO REVISTA SOUL MAYO 2021

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INQUIETA

Hay una serie que me inquieta, me perturba y me atormenta, algo así como la triste actualidad que vivimos cada día, pero con la seguridad de que el terror de lo que veo no puede salir de la pantalla. Seguridad es precisamente el mensaje populista que llevo meses escuchando prometer a quien fomenta el odio a través de los medios, con mensajes tan inciertos como peligrosos, que disparan directamente a una masa de electorado falta de letras y esperanza. La estupidez humana es infinita. Todos los fascismos de la historia han necesitado de una inmensa ignorancia para la consecución de los intereses personales de quienes lo manejan, está escrito. Si la vida fuera una ficción el villano de hoy sería la ultraderecha, la que últimamente campa a sus anchas sin complejos, con una obscena naturalidad permitida, imperfecciones de la democracia. Llevamos demasiados capítulos bochornosos en los últimos meses, los más numerosos y recientes los hemos sufrido en la omnipresente campaña electoral madrileña en la que, entre muchas sandeces, se comparaba el dinero público gastado en un joven inmigrante con el que recibe una pensionista.

Lamentable, por eso siempre es bienvenida cualquier ficción que nos haga reflexionar de la absurda tradición humana consistente en odiar la diferencia, clasificar por colores y ver en la diversidad una amenaza en vez de riqueza humana. La miniserie “Them, que podéis encontrar en Prime de Amazon, supone una impactante reflexión acerca del racismo que a fecha de hoy sigue siendo triste tendencia. Los capítulos transcurren en un contexto de tribus blancas de tez y sucias de mente, residentes en un barrio familiar de la California de los 50. Entre todos esparcen toneladas de inquina hacia una familia afroamericana recién llegada con la necesidad de olvidar, y que osa buscar su felicidad desafiando lo establecido aterrizando en un vecindario donde sólo encuentran rechazo en forma de acoso y derribo.

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Los nuevos vecinos son maltratados desde el minuto cero y si a eso le sumamos una pizca de locura tipo El Resplandor y otra de tenebrosidad estilo American Horror Story, tenemos como resultado una serie que estremece, sobrecoge y retuerce hasta el punto de obligarte a cerrar los ojos en algunas escenas difíciles de digerir por su crudeza, si llegáis al capítulo cinco lo entenderéis. Them es una metáfora sobre la discriminación, los efectos psicológicos de quien la sufre y el trastorno, no menor, del odiador desgraciado que causa la desgracia. Puede que los estómagos sensibles no sean capaces de digerirla, porque para disfrutarla hay que tener esa predisposición de los amantes del terror y drama llevados al límite: padecer desde la barrera.

Ojalá traspasarla y hacer mella en la sociedad, sintiendo ese desasosiego cada vez que el necio abre la boca para señalar la diferencia para dividir y vencer. Them en vena para todos ellos, a los perversos y a los iletrados que los siguen, que la ficción puede abrir ojos, mentes y permite disfrutar con el sentimiento de amar que siempre es mejor que detestar.


ARTÍCULO REVISTA SOUL ABRIL 2021

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ESTE BATMAN Y AQUEL

Corrían los 90 cuando una tarde de verano me pilló un disgusto que no veas al enterarme del trueque que mi hermano había hecho a mis espaldas con uno de mis objetos más preciados. Mi reproducción en miniatura del batmóvil escala 1:43 había sido cambiada, sin previo aviso, por un Ferrari Testarrosa del mismo tamaño que me provocó llanto y batalla dialéctica fraternal.

Cuando tienes 10 años los superhéroes no se tocan.A mí me los tocaban, como costumbre, porque en el pozo de los mini traumas de la infancia no olvido el momento en el que mi madre, en un arrebato de orden y limpieza, decidió sin previo aviso tirar a la basura toda mi colección de cómics, que con tanto esfuerzo conseguí reunir en a golpe de pagas dominicales. Los había almacenado cual tesoro de tinta debajo de mi cama, más lágrimas derramadas por las criaturas nacidas del lápiz de Bob Kane.

Después ya llegó la emoción, en la transición de los excesivos 80 a los 90 sonaba Prince y Kim Basinguer era la actriz de moda que anunciaba medias, felicitaba el año con Freixenet y alimentaba el erotismo de los adultos. Uno puso la banda sonora funky y la otra se convertía en la prota del Batman de un Tim Burton pre Helena Bonham Carter, efervescente que llenaba de goticismo y flúor el universo de Gotham con Michael Keaton vengativo, enfundado en el traje de goma y muy solvente en una interpretación del superhéroe que no se puede cuestionar.

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No era la primera vez que Bruce Wayne saltaba del papel a la pantalla. Por entonces flipaba con las reposiciones de TV3, caricaturas con Adam West embutido en un traje de lycra, repartiendo puñetazos y patadas a golpe de onomatopeya Pow! La primera versión sesentera era muy psicodelia en technicolor, fue una serie subestimada que hoy, en perspectiva, se ha convertido en oro y culto de la historia de la televisión. No podría decir lo mismo de versiones palomiteras de Joel Schumacher en los que el látex disfrazaba a mitos de mi adolescencia que apuntaban maneras de estrella como Alicia Silverstone o Chris O’Donell que hoy viven en la serie B de la televisión por cable americana. Más es menos cuando pintas Gotham de fosforito.

Todo lo contrario que Tim Burton al que hay que reconocer la primera gran construcción del universo Batman en la gran pantalla además del mérito de abrir la autopista comercial de los superpoderes reventadores de taquilla y de visionados en masa stream. Sus villanos son dignos de las viñetas originales y si hoy me das a elegir entre Jack Nicholson y Joaquin Phoenix me entra la freaky duda.

Lo de Batman y la segunda mitad de los 90 es un despropósito hasta la llegada de la trilogía del bueno de Nolan en los 2.000 que vuelve a dignificar la estrella de DC con Christian Bale encarnando el Batman definitivo hasta la fecha. Lo de Ben Afleck parece, más que una broma, una ofensa para los que hemos crecido con el personaje. Lo confirmo de nuevo después de tragarme las más de cuatro horas de La liga de la justicia versión Zack Snyder que habita en HBO y que recomiendo a todos aquellos que quieran olvidar la versión 2017 firmada por Joss Whedon, después de una accidentada producción en la que Snyder desertó por un drama familiar y desavenencias con la productora. Que difícil debe ser plasmar cuando solo se quiere vender merchandising. Presentada en 4:3, cual viñeta y tal como vivía en la mente del director, recomiendo verla en tres sentadas y esperar al epílogo final que trae mensaje sorpresa para los fans. Insisto, después de verla encuentro algo de sentido a una liga de justicieros que abandoné en su primera versión a mitad película con el pretexto de que no estamos para perder el tiempo. Affleck continúa en la de antes y en la de ahora y puede que sea lo peor de la cinta, no lo digo por su volumen, es que cuando abre la boca resulta difícil de creer, lo cual otorga una gran ventaja a su sucesor Robert Pattinson que ya rueda lo nuevo.

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Lo espero con ganas para continuar alimentando esa parcela de mi mente que conecta con ese niño de 1989 que empezaba a dejar de tener miedo a una oscuridad que se volvía aventura y fantasía. Porque ese es el secreto del éxito de las superproducciones cinematográficas del s XXI por excelencia, soñar que el mundo puede ser más justo.


ARTÍCULO REVISTA SOUL FEBRERO 2021

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SALVAR AL PALOMITERO

Si el inicio del 2021 fuese un título de película ese sería Armaggedon y expectante me encuentro ante el gélido febrero, porque al guión de año nuevo no le falta nieve, terremotos, manga corta, incertidumbre, exceso de políticos bochornosos y escasez de vacunas en tiempos de pandemia. Y ahí está de nuevo la ficción, como siempre desde que empezó la pesadilla, con tintes de “Contagio” y “Estallido” para salvarnos del pesimismo, que a ver cuántos inocentes pensaban que después de lo de las uvas y el alquitrán la vida se convertiría en color rosa. No ha sido así, la devastación sigue haciendo de la suyas y hoy desearía a muchas Titas Cervera encadenadas (los millenials seguramente no lo pillaréis, buscad en San Google. ) pero en vez de gritar “No a la tala”, clamando al no cierre de uno cines que van cayendo en masa, hasta el punto de poder decir que la pantalla grande se encuentra en peligro de extinción. No lo podemos permitir y los que sobrevivan, en cuanto abran, merecen ser apoyados con unas salas llenas de móviles en silencio y restos de palomitas en el asiento. Que en estos lugares de cultura y entretenimiento no consta que haya existido nunca un rebrote  donde las medidas de seguridad están acompañadas de la certeza que en la butaca  no hace falta hablar, ni aplaudir, sólo disfrutar de los besos y explosiones que en 15 x 8,5 metros saben mucho mejor, donde vas a parar, como en el cine en ningún sitio

Que el séptimo arte no morirá está claro, tampoco murió la prensa cuando nació la radio, ni esta  cuando la tele le quito la presidencia mobiliaria en el salón. Tampoco la red de internet ha permitido que la tele se apague, pero al séptimo arte hay que cuidarlo y no hablo de subvenciones sino de convivencia de formas de consumo que van evolucionado porque a principios de año ya podemos decir que la fantástica sensación de ver una película a lo grande se encuentra en peligro de extinción. Los cines Yelmo o Kinepolis ya están invernando y hasta los Babel que siempre estuvieron para la minoría contra viento y marea hoy duermen a la espera de mejores tiempos para la taquilla.

En la ciudad de Valencia echaré de menos las céntricas salas de los Lys donde mas me gustaba vivir el ritual dominguero de ropa cómoda y palomitas extra grandes en un complicado equilibrio con la bebida en mano, mientras espero al ascensor de cristal que me transporte hasta la planta donde disfrutar de la gran evasión cinéfila. En el anuncio comunicado del cierre de sus instalaciones me sorprendí con el punto en el que se criticaba a Paramount y Disney por el abandono de las salas. Parece que han habido grandes que no han estado a las duras después de tantas maduras pero claro, teniendo Disney + (pronunciado plus o plas que más da…) el gigante americano tiene de sobra y no le hace falta nadie más, véase lo nuevo Mulan o las últimas historias de Pixar que tienen su taquilla en el salón,  previo pago de una cuota que la verdad considero amortizada si hay peques en casa a los que entretener cuando el maldito bicho obliga al encierro.

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Bruja Escarlata y Visión me compensa el cabreo por la poca solidaridad de los dueños de Mickey con los que ahora ya no pueden recaudar.  La nueva era Marvel empieza mucho mejor de lo que esperaba y me sorprende porque de momento nada tiene que ver con las explosiones grandiosas en ese festival sin fin de efectos especiales digitales y colores chillones protagonizados por la primera linea de las estrellas del momento. Elizabeth Olsen, la hermana pequeña de las gemelas de Padres Forzosos lidera este cambio en el que todo comienza con un maravilloso homenaje a la madre de la ficción televisiva, las series americanas de los 50, 60, 70, en capítulos de medía hora donde el arte de arriesgar en un producto para la gran masa convive con tintes inquietantes que te dejan con ganas de más.

En fin, mientras llega la inmunidad hay que inyectarse un poco de positividad así que eso de ver un estreno sin salir de casa espero que sea algo estacional, mientras, es justo apreciar la labor social de diversión y esparcimiento de las plataformas cuando los metros cuadrados están limitados. Así me encuentro en Prime con Explota Explota que hace tres meses estaba en cartel y hoy veo en Prime;  o con Bajo Cero en Netflix, emoción fabricada en España, directamente al comedor sin pasar por cartelera; en Filmin me tropiezo agradablemente con esas cintas que no nunca liderarán el box office pero que llenan las horas muertas después del inevitable toque de queda. Ellas volverán a los Babel, cuando el pop del maíz vuelva a sonar manchando la moqueta del hall de entrada al gran espectáculo que como reza su mandamiento, siempre debe continuar.


ARTÍCULO REVISTA SOUL ENERO 2021

VOLVER A EMPEZAR

Nunca pensé que me alegraría tanto pronunciar las palabras año y nuevo porque las ganas de estrenar son más grandes que nunca y sí, siempre se puede ir a peor pero es que la antecesora 2020 ha dejado el listón de la desgracia tan alto que la etapa que comienza lo tiene bastante fácil para mejorar.

Son días de echar la vista atrás sólo para coger carrerilla y saltar hacia la esperanza, por un 2021 en el que no tengamos que practicar tanto aquello de ver para olvidar, porque la ficción es una de esas cosas positivas que nos dejó el año pasado y a la que tenemos que estar agradecidos por habernos hecho pasar el tiempo oscuro, llenando la mente de historias ajenas que no atormentan, lejos de una pandemia real que hoy podemos decir que ya empieza a amainar.

El entretenimiento es la vacuna contra la cotidianidad y al mismo tiempo que llegaban modernas, pfizers y otras primas hermanas, Disney Plus nos regalaba un antídoto contra el pesimismo en forma de película con el sello Pixar, inmejorable regalo de Reyes para disfrutar y pensar.

Soul” es una experiencia de entretenimiento mística en la que cuando entras dudas sobre que estás viendo y al salir de ella notas que te sientes mejor. Este jarabe dulce es una historia deliciosa a ritmo de jazz que empieza en el acierto seguro de transcurrir en Nueva York, siempre tan colorista como vertiginoso, y que continúa desarrollándose por el terreno de lo onírico que toca lo extrasensorial, abarcando desde el más allá hasta la formación de la personalidad de cada ser antes de ver su primer rayo de luz. La joya viene envuelta en streaming que el 2020 entre otras cosas se llevó al público de las salas de cine que al igual que los libros nunca deben morir ni con la pandemia ni con la modernidad. Y de muerte va a cosa. Entre paisajes de color pastel y extrañas figuras sucede esta joya sobre lo etéreo que puede no sea la mejor de la factoría pero entra directamente en el top 5 Pixar, con el permiso de Toy Story, Wall•e y Up.

Soul viaja un paso mas allá de aquella “Del Revés”que nos explicaba el mundo de las emociones y sentimientos en lo que calificaría como una versión de luxe de los dibujos ochenteros más divulgativos, Erase una vez el cuerpo humano. Explicar algo tan inexplicable como el funcionamiento del alma sin entrar en terrenos religiosos es todo un reto que la cinta supera con un notable. La cinta puede presumir de que tanto adultos como niños pueden permanecer pegados a la pantalla durante 100 minutos, mientras descubren las aventuras de lo inmaterial, la consecución de que cada individuo sea único en un planeta en el que las idas y venidas se tratan con absoluta naturalidad, lejos de la condena y lo celestial.

La muerte, ser o no y dejar de existir no parece parece a priori un tema no muy atractivo para una película animada calificada para todos los públicos, pero Soul consigue que te interese y mucho. Nos lo cuenta a través de un profesor de música que muere antes de cumplir el sueño de su vida que se ve, se escucha, se siente y mientras lo haces te invita a reflexionar sobre tu realidad, reflejado en sus personajes. Si alguna vez os habéis preguntado el objetivo de nuestra presencia en este mundo este alma animada ayuda al interrogatorio individual con una dosis de filosofía existencialista que entra sin que te enteres.

Y por si no hay ganas de la introspección, otro regalo venido del cielo, o el infierno, según se mire, es el placer por el placer, cum laude, made in Spain y exportado a todo el mundo a través de HBO Max. 30 monedas de Álex de la Iglesia es la mejor serie española que recuerdo en los últimos tiempos y para asegurarlo influye mucho mi seguimiento fiel a su creador desde que tenía quince años y en el instituto me llevaran a un pase escolar para ver “El día de la Bestia”. La serie es imposible que defraude a cualquier fan porque contiene todo el universo del director concentrado en capítulos que parecen películas cortas, hechas para extasiarse en su cóctel inconfundible a base de terror y costumbrismo patrio, con personajes que cruzan la comedia para meterse en charcos de sangre sobrenaturales. Celebremos las cosas buenas de la vida y de la ficción que ya está y la que nos vendrá. Nunca una cuesta de enero había sido tan esperada. Volver a empezar, que gusto da, hoy mas que nunca. ¡Feliz año!


ARTÍCULO REVISTA SOUL DICIEMBRE 2020

BLANCA PANTALLA

Hace tiempo que mi carro de la compra esquiva los expositores abundantes, cargados de calorías y tradición en cantidades industriales. Uno va a por los alimentos del día y te los encuentras delante, mazapanes y turrones que intentan hacerte desear estar sentado en unas mesas que este año se presentan igualmente copiosas, pero eso sí, con aforo reducido y con mucho menos pompis para unas sillas que se presentan vacías, a ellas la pandemia también les quitará el trabajo. Pero se avecina un mantra muy recurrente para las desgracias que este año se extiende al festival de la tradición, el Show must go on. Porque hay que vender, regalar y celebrar para levantar además del ánimo, la maltrecha economía. Así que este año tiene que sonar más fuerte que nunca aquello de las uvas y el alquitrán, el Tamborilero y muy por encima, ese himno global nacido del exceso de la mamá Noel de todos, Mariah Carey. La diva empezó a escalar puestos en las listas de éxitos desde el mismo momento en el que guardamos nuestro disfraz de Halloween y “All I Want For Christmas” piensa vivir en nuestras cabezas hasta que los monarcas de Oriente lo tengan todo repartido…

Y hay ganas de vestirse con suéteres de jacquard, berrear a Mariah y celebrar el adviento, lo sé por qué desde noviembre el top 10 de los más vistos en Netflix está ocupado por cintas navideñas de nombres tan similares como su contenido. Para entrar en este exitoso grupo es preciso que el título de la película contenga la palabra Navidad: Un príncipe para Navidad, Una Navidad con vistas, Navidad nupcial, El caballero de la Navidad y muchos más encabezamientos de idéntica originalidad…

Ya sabéis, son ideales para pegar una cabezadita de fin de semana. La Serie B de guirnaldas y bajo presupuesto manda con historias deliciosamente ñoñas en las que una chica en apuros encuentra el amor en un contexto de nieves, luces y mucho papel de celofán. Abundan los cuentos en los que se suele encontrar una mujer de mediana edad a la que la magia de las fiestas le regala un encuentro con un caballero que le salva de la infelicidad que genera la soltería manifiesta, atención al mensaje en pleno s XXI.

Y todo lo que brilla la estrella de oriente es la ausencia de la diversidad en este subgénero de la pequeña pantalla. Resulta que de vez en cuando te encuentras con algún secundario negro para disimular, porque en el 98 % de los casos las pieles de sus protagonistas son blancas, pero no tanto como el esmalte de sus dientes, deslumbrantes a base de cantidades magnas de peróxido de hidrógeno para unas sonrisas perfectas, todo lo contrario de los guiones que interpretan por esas bocas caucásicas. Así, al azar, una tarde eché una cabezadita con la historia de amor edulcorado de un hombre soltero y la decoradora navideña que decide contratar para ambientar la casa y así impresionar a la familia. Es el entretenimiento de lo absurdo, somnífero y perfecto con la calefacción del hogar en pleno rendimiento…

Clásicos imprescindibles y sorpresas navideñas

Pero siempre hay excepciones y la serie B sube a A, justita, con títulos como Jangley Crónicas de Navidad, excepciones del catálogo blanco en las que Netflix inyecta un poco más de presupuesto para que la cosa luzca, contratando a Forest Whitaker o Kurt Russel para animar la pantalla navideña, y lo consigue. 

Soy más de los clásicos y al final, la cinta que refleja y que más se adapta a las restricciones de la nueva normalidad navideña es la del pequeño Macauley Culkin en Solo en Casa, con Joe Pesci y su torpe compañero suman tres y casi llenan el cupo de reunión social. Aunque si hay que confesar una predilección cinéfila para estas fechas me quedo sin duda con el gamberrismo de los Gremlins en la noche de Navidad, que deseo este año en la medida de lo posible sea en paz y alegría, y si no siempre nos quedará la evasión e imaginar a través de la pantalla blanca con el cine de Navidad. 


ARTÍCULO REVISTA SOUL NOVIEMBRE 2020

VENENO NECESARIO

Las noches de 1997 eran largas, a pesar del madrugón diario para ir al instituto. Mis padres dormían y sin autoridad a la vista mi hermano y yo nos convertíamos en los reyes del salón, sucedía cada medianoche de lunes a jueves. Por la ventana de una tele que por entonces era cuadrada, nada fina y con canales que se contaban con los dedos de la mano, cruzaba cada noche la fauna y flora de la sociedad española exhibida bajo la batuta del rey del sensacionalismo de la época, Pepe Navarro. Los personajes que se paseaban eran la comidilla nacional del día siguiente: sucesos escabrosos con todo lujo de innecesarios detalles, humoristas que superaban la popularidad del personaje al que imitaban, muletillas que traspasaron a la boca de todos, un señor que cantaba todas las noches un limón y medio limón hasta el día en que se quitó la vida, mujeres exuberantes que se contoneaban en la sombra de una persiana y seres extraordinarios que conquistaban la masa con audiencias grandes hoy imposibles. .

Recuerdo perfectamente el reportaje en el que mostraban la prostitución en la casa de campo sin filtro ni cocina, tal cual. Cristina “La Veneno” aparecía cual diosa underground, orgullosa de quien es, tan auténtica y exuberante que la cosa no podía quedarse ahí… Y continuó, con una llamada de Navarro pidiendo a la ciudadanía que la identificaran y que la trajesen, la estrella ya había nacido. Llegó para quedarse en el corazón y el pensamiento de tantos españoles que no hablan sinceramente de lo que les gusta, y ella, en un sentido u otro, gustaba de la mejor forma, aquella en la que no existe la indiferencia.

Cosas buenas de la tele porque con el famoso “¡Digo!” precedido de tacos intercalados en frases, a través de lo que muchos consideraban cochambre televisiva, despertaba sin saberlo conciencias para hacer ver que lo exótico es tan natural como la vida excesiva que reflejaba en Esta noche cruzamos el Mississippi.

El porqué de la llegada de la estrella trans a todo un país se comprende desde la distancia, lo que en su momento podía parecer entretenimiento zafio hoy se ha convertido en una gran historia de visibilidad para un colectivo al que la sociedad, todavía hoy, se lo pone difícil. La España de los 90 todavía no imaginaba un matrimonio entre personas del mismo sexo, así que una reasignación de género era vista en como una rareza exótica que tocaba muy de lejos si exceptuamos el extraordinario caso de Bibiana Fernández. El tabú llegó a la pantalla para romperse con risas para que entrase mejor la medicina de abrir los ojos y pelear contra el prejuicio y la ignorancia.

Este hito necesitaba la serie que sólo los Javis podían crear plasmando un universo con toda la sensibilidad necesaria para quien guste emocionarse con una historia bien contada en la que el drama mayúsculo es salpicado de comedia con maestría. Valencia es parte del escenario, allí vive la gran Valeria que hizo posible su historia contando la de Cristina en un barrio de Marxalenes que acoge pocas luces y algunas sombras de la diva. Las actrices que le dan vida ya tienen premio, un Ondas ni más ni menos y no será el último.

Además, La Veneno es la ficción que hacía falta para que nadie vuelva a poner en duda que aquí hacemos series de calidad capaces de ganar a La isla de las tentaciones en su emisión en abierto consiguiendo de paso de miles de suscripciones al canal premium de Atresmedia.

La Veneno es éxito, calidad, visibilidad y mucha verdad, eso tan difícil de encontrar en la televisión.


ARTÍCULO REVISTA SOUL OCTUBRE 2020

El colapso

VOLVER

La cabeza que se va en un pensamiento no tan lejano. Sólo han pasado unos días desde aquel atardecer anaranjado en la orilla de un mar calmado, que sabía más especial en compañía y con una cerveza bien fría y dorada en la mano. Por un momento la postal mediterránea, grabada en la retina en un rincón de la Marina Alta, consigue hacerme olvidar la pandémica realidad vestida de mascarilla. Hay cierto hartazgo en aquello de escuchar que este ha sido un verano extraño, raro, cierto, pero bienvenida sea la gran evasión.

A falta de estampa idílica, buenos son un puñado de series con las que reencontrarte con el mueble más preciado con permiso de la cama, el sofá.

Para celebrar la nueva temporada en mi salón acabo de invitar a una nueva plataforma streaming para que me proporcione dosis nuevas de ficción. Filmin es como la prima culta de Netflix. Su catálogo está repleto de cine y series europeas, rarezas imposibles de encontrar si las buscas en otra parte, clásicos de los estudios de la época dorada de Hollywood y gratas sorpresas, dos de las cuales me han marcado en el nuevo curso.

El colapso es la ficción francesa que aterriza en el momento justo para provocar el máximo nivel de desasosiego. ¿Qué pasaría si el combustible nuestro de cada día llegase a su fin? Pues que el mundo tal como lo conocemos hoy acabaría y la necesidad haría florecer lo peor del ser humano. Contexto dantesco durante ocho capítulos, auto conclusivos y que no duran más de 28 minutos, lo cual se agradece porque si fueran más largos la angustia resultaría insoportable. El miedo, la desesperanza, tan apocalípticos, se sienten en un súper en el que comprar compresas o productos frescos significa jugarse la vida, no tanto como conseguir a fuerza de codicia uno de los últimos litros de gasolina restantes sobre la faz de la tierra; una central nuclear muerta y de repente la esperanza, que surge en una residencia de ancianos llena de vida justo cuando parece que queda poca… Ficción gala que estremece, centrifuga el estómago y te hace reflexionar sobre a dónde nos dirigimos y pensar que menos mal que no nos pasa, mientras suena el contexto incierto actual en el subconsciente invitando al: ¿Pero y si…?

Para descongestionar opto por una de esas series británicas tan bien localizadas, iluminadas, interpretadas y servidas en práctico formato de visionado miniserie que empieza y acaba, evitando la ansiedad que produce la espera de una segunda temporada. Flesh and blood es una caótica reunión familiar con misterio incluido en la que cuando entras te ves obligado a devorar sus cuatro capítulos para descubrir qué esconde la reciente relación de una viuda con su pareja. Alrededor las sospechas y recelos de sus tres hijos, cada uno con un dramón personal a sus espaldas. La intriga está servida y salpicada con momentos amables que despistan, pero no consiguen restar un ápice de inquietud de saber porque la serie empieza con una ambulancia anunciadora de una historia que acabará como el Rosario de la Aurora.

Y si la necesidad de desconexión con la realidad es alta y además requiere echar la vista atrás, hay conocer el extenso catálogo de clásicos con el que no habrá noches suficientes para redescubrir las obras maestras de Hitchcock, Wilder, Allen y un largo etcétera del mejor remember cinéfilo. Después ya, cuando apaguemos la luz del televisor y la de la mesita de noche nuestra cabeza ya tiene permiso para volver a soñar con esa postal marítima, antes de que suene el despertador y volver a un presente que sigue extraño. 


ARTÍCULO REVISTA SOUL JULIO 2020

LA LEY TELEVISIVA DE MURPHY

A muchos les puede parecer que existe un excedente de series firmadas por Ryan Murphy. Cierto que ha creado una docena de dramas en una década, con todas sus temporadas que conlleva el éxito de sus tramas, pero soy de la opinión de que nunca son pocas todas las maravillas que salen de la mente del gurú de la ficción televisiva del s. XXI (con permiso de Shonda Rhimes).

Descubrí el universo de Ryan a principios de los 2.000, en una serie de cirujanos plásticos que llevaban el individualismo de sus protagonistas al extremo y a golpe de bisturí. En sus seis temporadas Nip/Tuck ya mostraba la esencia del creador, tocando temas poco conservadores e inéditos como la zoofilia, la lactancia erótica y las drogas, porque sí. Pero si hay un denominador común en todas las series del amo de la ficción televisiva, es la diversidad sexual plasmada desde un punto de vista fresco, natural y desinhibido, Pasaba en su primer gran éxito Glee y sigue pasando en las aventuras de Payton Hobart en The politician que acaba de estrenar segunda temporada. La ficción retrata con alegría el triste trasfondo de la ambición política, pero en vez de cabrear al espectador como le pasaría a cualquiera cuando abre un periódico, este panorama político traicionero provoca sonrisas. Sucede porque las historias de puñaladas traperas transcurren en medio de un aura de petardeo multicolor que también es marca de la casa.

The politician me gusta, además de por ese tono apple rosa chicle desenfadado, porque el millennialismo de las jóvenes promesas del star system hollywoodiense se funde con el lujo de ver en acción a Gwyneth Paltrow. La misma actriz que aprendió español durante su juventud en Toledo, interpreta a una madre que es todo lo opuesto a lo que entendemos por la maternidad tierna, tradicional y conservadora que nos enseñaron de pequeños en shows blancos como Los problemas crecen o Bill Cosby. La madre de Paytton, Paltrow, es secundaria pero sólo por cada una de sus perlas despojadas de prejuicios que salen por su boca, vale la pena ver la serie. Oro también es ver a Bette Midler en la piel de una asesora de campaña, sin escrúpulos, con todas sus muecas y chulería que siempre le han acompañado delante de la cámara.

Aquí no se rompe con los colegas y las parejas, en The Politician se desbloquea a la gente y cuando empiezas con ella o la amas o la odias. Con el segundo trabajo de Ryan para Netflix pasa lo mismo. `Hollywood’ es la historia de cómo perseguir un sueño a toda costa y contra todo lo que se ponga por delante: ya sea la doble moral, racistas, agentes trastornados y demás gente del mundillo abusona, en todos los sentidos… El resultado es fascinante porque en la ficción se intuye mucho de cierto en la forma de contar lo que fue edad de oro de la meca del cine. Aspirantes a la fama que llegan con una humilde maleta cargada de ganas de éxito y fogonazos de periodistas en gabardina. Hay sexo, ambición y dinero, pero también mucho sentimiento acompañado de entretenimiento bien envuelto. Además, tiene eso que tanto me gusta de las miniseries: empiezan y acaban con un The End, feliz o no, al igual que otros hits marca de la casa que viven en Netflix como American Horror Story o American Crime Story en su versión O.J Simpson o Versace. La ley de Murphy es la ley del éxito televisivo, fresco, entretenido, desinhibido y reivindicativo de otras realidades alejadas de la vieja moral y de lo políticamente correcto.


ARTÍCULO REVISTA SOUL JUNIO 2020

LA FICCIÓN ES DE ELLAS

La admiración que siento por la mujer es absoluta, de siempre. Desde que tengo uso de razón y en cuestión de género para casi todo han sido mi primera opción: a la hora de compartir confidencias, mesa de trabajo, consumir series o caña en barra de bar, da igual. A la afinidad y complicidad que siento por ellas añadiría la solidaridad, un sentimiento que conlleva un apoyo incondicional hacia quien vive una situación difícil. Ellas siempre lo han tenido más complicado que nosotros, lo cuenta la historia, la misma que le ha puesto tantas zancadillas a la hora de decir y decidir. Desde el nacimiento con frecuencia, aunque por fortuna cada vez menos, el color rosa marca y divide en dos, creciendo, sorteando barreras sociales y culturales que se endurecen cuando empieza a sonar el reloj de la biología, despertando a la molestia cada mes, pasando por el dolor y placer de dar vida y si no se tiene fortuna, siguiendo el rol que la sociedad marca y así hasta el fin.

 Ellas merecen más por la simple cuestión de la consecución de un equilibrio en una balanza en la que de momento gana el peso patriarcal. La visibilidad al respecto siempre es bienvenida y por eso la ficción cuenta cada vez más con protagonistas que son heroínas llenas de fuerza y canto a la resistencia.

Existe un abismo entre aquellas series americanas de los años 50 en las que ellas eran amas de casa rubias y casi perfectas. En las tramas solían romper el orden con travesuras del tipo Lucy Ricardo en I love Lucy o Samantha Embrujada y sus calamidades con final feliz.

 Las décadas pasaban y la belleza solía vencer al contenido, triste estigma sexista que abunda más si cabe en las luces y sombras del show bussines. De vez en cuando llegaba algo que sorprendía como las vicisitudes de cuatro mujeres maduras que son historia, Las chicas de oro hablaban del encanto de la madurez en femenino y entre risas, cuando el divorcio todavía era algo exótico por estos lares.

Y las mujeres evolucionaron en la ficción a medida que lo hacía el mundo y de repente pasamos de Pamela Anderson en biquini a Ally MacBeal con maletín, en un camino que continúa a sorbos de Cosmopolitan en Nueva York y que llega a su máximo nivel de empoderamiento hoy. El feminismo llegaba al streaming el día que Jane Fonda y Lily Tomlin se enfundaron en la piel de Grace y Frankie, rompiendo estereotipos y cantando a la libertad y a lo poco convencional… Ellas son el ejemplo tan profundo como liviano de la independencia femenina de una generación en la que no todas han tenido la suerte de elegir la vida que querían.

Algo más dramático ocurre con Unorthodox, fenómeno del confinamiento en Netflix. La historia real de Deborah Feldman es la del camino de quien nace atrapada en la versión más extrema y salvaje de la religión y la complicada escapada hacia la libertad en un contexto social más avanzado que facilita la meta de la autodeterminación, sin esos lazos ancestrales que invitan a hacer porque toca y no porque quiero. En la parte extrema de las series donde ellas mandan cuesta ver El cuento de la criada. Verla duele hasta el punto de tener tantas ganas de seguir sus tres temporadas como de cerrar los ojos en cada golpe que Offred recibe en la distopía extrema.

Y para gritar soy libre, antes tuvieron que haber muchas que empezaron la lucha, entrando en ese maravilloso club de primera mujer que… La presencia de Octavia Spencer me llevó a devorar Madam C. J. Walker: Una mujer hecha a sí misma. Construirse hasta llegar a ser la primera afroamericana millonaria requiere magna pelea contra el prejuicio de color, clase y género. Que ellas son más pero demasiado mundo todavía las considera menos y cuanta más minoría más sufrimiento que merece ser plasmado en forma de historias para la televisión que nos hagan recordar que para estar aquí y para que la lucha continúe, ha hecho falta más que sudor y lágrimas de todas las que gritaron hasta aquí hemos llegado. Seguimos.


ARTÍCULO REVISTA SOUL MAYO 2020

EL VODEVIL NOS SALVARÁ

En la cuenta atrás para ver la luz hay que agradecer a la ficción la gran labor social que está teniendo para resguardarnos de la cruda realidad. Me quedo encantado y satisfecho con un par de series protagonizadas por mujeres empoderadas, pero lo siento amigos, me veo obligado a aplazar mis sensaciones al respecto de estas maravillas streaming, porque estos días vivo deslumbrado por esa realidad que tan a menudo supera a la ficción. Hablando con propiedad me refiero a la realidad ficcionada, aquella en la que la esencia permanece verídica y ya el resto, resulta engullido por la maquinaria de un espectáculo que hoy más que nunca debe reivindicar el “must go on”…

Mediaset es experta en la materia desde hace tiempo. El histórico y profético “esta gente son gentuza” en boca de Chabeli fue el precursor de incontables grescas magníficamente lidiadas por mi amigo y maestro Ximo Rovira, que pronto se convirtieron en el decálogo de la cadena amiga, hasta hoy y sin fecha de caducidad a la vista.

Olvidando hastíos mediáticos del pasado telecinquero, esta vez siento la necesidad de decir alto que el tantas veces demonizado Sálvame desde que empezó esta crisis, durante cuatro horas diarias, ha salvado a mucha gente del aburrimiento y también del dolor crónico, invitando a un viaje mental lejos de la tragedia imperante.

Me quito el sombrero ante aquello popular con cero pretensiones intelectuales, porque ver a un señor doctor enseñando a Lydia Lozano cómo utilizar correctamente una mascarilla, es pedagogía que traspasa capas sociales y llega; que ver llorar a dos colaboradores faltos de léxico y gramática desde sus sillas en manos del público que decide quien se queda sin trabajo en el programa, es espectáculo, interrumpido por una eminencia en el estudio del sueño que aconseja a la millonaria audiencia como dejar de contar ovejas…

El populismo que desprende en sagrado directo es energía necesaria, cuando Jorge Javier condena la actitud egoísta de quien ocupa el Congreso, en esa bulla infinita cuyo único objetivo se reduce a intereses individuales dentro de sus clubs, para acto seguido aplaudir a las personas anónimas que son las que realmente tiran del carro en el drama de esta cuesta arriba.

Sucede después de ver a una señora saliendo en directo de la habitación del hospital, cogida de la mano de su enfermero de nombre Abdel, entre lágrimas y aplausos de las personas que le han ayudado en su lucha contra el bicho. El final de la historia es de los felices cuando se reencuentra con su marido, que también ha estado convaleciente en soledad. Imposible no llorar.

Pero la medicina definitiva contra el aburrimiento surgía cuando pensábamos que los balcones y Netflix ya no daban más de sí y entonces se coló una chica semidesnuda en medio del despotrique fachoso en un canal de youtube. Ha resultado ser el folletín definitivo con un guión que ya lo hubiese querido para ella Delia Fiallo cuando Cristal reinaba en las sobremesas españolas, dos décadas antes de la era Sálvame. El Merlosplace no podía llegar en mejor momento: Un apuesto periodista muy a la derecha y sus infidelidades y conquistas a rostros televisivos durante el estado de alarma. Las tramas y personajes secundarios no restaban pasión al asunto con la aparición estelar de terceras, cuartas, quintas… en discordia y detalles del presente y pasado que enriquecen y satisfacen los ojos mirilla, desde los planos de la casoplón del Don Juan antibolchevique, hasta un río de whatssapps de amor, promesas y reproches. Si un perfume tuviese que regar esta obra sería la ochentera Farala, tan barata como intensa. Si un director la llevase a la pantalla sería Buñuel y si un autor la firmase de puño y letra no podría ser otro que Valle-Inclán, en una obra maestra del esperpento convertido en absoluto esparcimiento. En este mundo tan tocado y cambiante no deja de ser fascinante ver la capacidad de unos cuernos confinados para alegrar la vida a ritmo de vodevil, casi casi servicio público.


ARTÍCULO REVISTA SOUL ABRIL 2020

cinerama

LA GRAN EVASIÓN CONFINADA

Y de repente confinar se vuelve en maldita y necesaria tendencia verbal universal, con la que parar de golpe nuestras vidas, sin quererlo ni esperarlo. El contacto humano se ha convertido en el valor con más alza en este mundo paralizado y en cuenta atrás para despertar de nuevo. El reencuentro con nuestra gente, con la otra gente y con la luz natural promete ser apoteósico, mientras, la luz con la que nos tenemos que conformar es la de la pantalla, con todas sus pulgadas, imprescindible ventana a la gran evasión. Seguramente desde vuestras guaridas habéis pegado muchas mas vueltas a Netflix que a vuestra manzana bolsa de basura o perro en mano, si sois así de afortunados. En la parte positiva el encierro también regala alegrías en forma de entretenimiento con el que contrarrestar la crudeza informativa, un bálsamo entre tanto sufrimiento. Con esta lista la espera se me ha hecho más corta:

En Netflix las series ligeras y autóctonas mandan. “Toy Boy”, “Élite” y el estreno de lo nuevo de “La Casa de papel” encabezan con rotundidad las horas de pasatiempo con una buena factura, protagonistas de buen ver y poco margen para la reflexión. Y además todas tienen algo en común, nacieron en Atresmedia con discretos niveles de audiencia y llegaron al gigante global en una acogida de masas a nivel internacional que hace difícil que sus protagonistas paseen por la calle, da igual el punto del globo. En la misma línea el largometraje “El Hoyo” a penas recibió espectadores cuando los cines estaban abiertos y en Estados Unidos se ha convertido en número uno con todos los millones de ojos receptores que ello supone. Un mundo distópico y bastante gore en el que los unos machacan a los otros, en una especie de prisión donde los de arriba comen mucho y los de abajo mueren de hambre. Un norte y sur de toda la vida pero llevada al extremo y no apta para ver mientras se ingieren alimentos.

La crítica social también está muy presente en “Hogar”, un thriller en el que la pérdida del éxito material en la vida provoca trastornos con consecuencias que obviamente no os voy a contar pero que seguro os tensarán a través de ese grande que es Javier Gutierrez y su víctima, Mario Casas, el hombre con más trabajo en el también paralizado cine español.

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En HBO busco y no encuentro mucha cosa. La tercera temporada de Westworld es calidad de la buena si seguisteis las dos primeras. La serie El Visitante destaca con el aval de ser una buena adaptación de una novela de Stephen King (No todas llegan con dignidad del papel a la pantalla) y de una atmósfera sobrenatural en la vida rural norteamericana. Aunque cojea un poco en el ecuador vale la pena llegar al final de esta historia de asesinatos sin explicación racional de quién los comete.

De Prime me quedo sin duda con la historia de venganza que se perpetúa en la América de los 70. La persecución nazis y judíos en una caza muy pop, sangrienta, divertida y exuberante de entretenimiento y reparto, porque ver el capitán Al Pacino siempre es un placer.

No puedo despedir estos consejos para el esparcimiento casero sin destacar la penúltima en llegar (El aterrizaje de Disney plus en plena crisis está haciendo mucho por los papis y los peques de la casa…). Apple Tv plus tiene muy poco catálogo pero rebosante de calidad. Pendiente tengo “See” y “Para toda la humanidad”, pero todavía ando emocionado después de ver “Servant” lo último de M. Night Shyamalan, hombre imprescindible de terror presente. Cuenta la historia de un matrimonio con una paternidad tan inquietante como la niñera que llega a su casa y que te mantiene en vilo sin pestañear, inmersos en una atmósfera en la que en todo momento eres consciente que nada bueno puede pasar…

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Y como profesional de la televisión que soy no puedo más que amar la ficción joya de la manzana, “The Morning Show” con un retrato genial del periodismo televisado matinal y unas brillantes Jennifer Aniston y Reese Witherspoon condenadas a entenderse y a lucirse por el bien de una audiencia que ha cambiado sus preferencias y su forma de consumir. Lo viejo y lo nuevo hecho supervivencia periodística en una de las mejores series de la temporada que dan por más que amortizados los cinco euros mensuales que cuesta la suscripción.

Esta es mi gran evasión confinada a la que agradezco, porque nunca el entretenimiento ha tenido más sentido que en estas semanas de oscuridad. A seguir con la luz catódica que la otra nos espera a la vuelta de la esquina y seguro que será la más especial que hemos sentido en unas vidas que ya no serán iguales, seguro que más ricas. Fuerza, ánimo y hasta el próximo post que vendrá cargado de bendita libertad.


ARTÍCULO REVISTA SOUL MARZO 2020

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ESTRELLAS DE OTRA ÉPOCA

Quién ame la televisión entenderá la afición que acostumbro a practicar cuando despido el día y nos quedamos solos en la cama, mi pantalla táctil y yo. Es un buen momento para bucear por el pasado adentrándose en esa maravilla que es el archivo de RTVE, que vive en su web con miles de horas de programas analógicos, en blanco y negro o color, digitalizados, para gusto de los amantes de la nostalgia, y privilegio para los que nunca vivieron con tan sólo cuatro canales. Eran pocos, pero muy mal avenidos y la competencia resultaba feroz entre la 1, la 3 y la 5, en una espiral casi bélica en la que el objetivo consistía en destronar al adversario, a base del entonces alegal juego de la contraprogramación que tanto afeaba el trabajo de aquellas revistas como el TP, que guiaban al espectador por las parrillas de la programación generalista.

Los 90 eran un campo de batalla en la que las que los presentadores fueron verdaderas estrellas y fichas de un tablero, en el que los directivos jugaban el jaque mate al contrincante, fichando a sus piezas a base de contratos millonarios, en exclusiva, de los cuales hoy sólo podrían presumir tantos presentadores como dedos hay en una mano. Antena 3 le robaba las estrellas a la Telecinco de las mamachicho y a golpe de talón cruzaron de cadena, entre otros, Emilio Aragón, Jesús Puente, Concha Velasco o Carmen Sevilla, todos ellos auténticos semidioses para el público español en una era prereality, en la que los que salían en la tele normalmente tenían una profesión que justificaba su presencia en pantalla.

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Uno de los astros que acabó moviéndose de la pública a la Telecinco italiana recién llegada, fue la inmensa e irrepetible Rafaela Carrá, aunque lo su vínculo con la cadena que por entonces dirigía Maurizio Carlotti duró menos que un capítulo de Paquita Salas. Antes del salto, donde realmente triunfó fue en ¡Hola Rafaela! Ella, su español italianizado y su melena rubia platino enamoraron este país con un espectáculo hecho a su medida, en el que reunía a millones de espectadores desde los hoy derruidos estudios Buñuel, los mismos que fueron testigos de toda la magia del Un dos, tres… Un escenario inmenso lleno de bailarines y artistas en el que el alma era la italiana y tres sofás en los que se sentaban los famosos de la época, muchos hoy susceptibles de convertirse en cameos de Paquita Salas si es que no han aparecido ya.

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Había un hipnotizador del que todo el mundo hablaba al día siguiente, estaba Loles León pizpireta y picante que copresentaba con Marianico el corto, había humor del pasado, también entrevistas, concursos sencillos y mucho espectáculo, hoy difícilmente posible, en consonancia con la España de antaño en la que la cosificación y el machismo se vivía con lo que hoy sería una espantosa naturalidad. La tele ha evolucionado, que no avanzado, en muchos aspectos, los presupuestos de los programas no son los mismos, como tampoco lo son los gustos, la sociedad y los abultados talonarios. Eso sí, las curvas hoy siguen mandando, pero las de una audiencia cambiante aunque siempre soberana.


ARTÍCULO REVISTA SOUL FERERO 2020

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INGENIO PARA BAJITOS 

Los habitantes más bajos de la casa suelen ser los dueños del mando, es una paciente realidad, poco didáctica pero salvavidas cuando aparece el llanto y la queja persistente, porque a veces vale la pena mando en mano menuda que ríos de llanto e incordio. La responsabilidad consiste en sentarse al lado de la mente todavía no formada y compartir el programa para evitar el aislamiento social que supone vivir el tiempo libre mirando una pantalla. Y comparto el sofá en un momento tío viendo la tele con su sobrino, y me quedo ojiplático al ver como un mapache y a un pájaro reflexionan sobre la soledad o la muerte, sucede en la serie Historias corrientes, rodeados de seres con formas extrañas como que rozan lo siniestro.

Que no es que me asusten los guiones que no tratan al niño de bobo, porque aquí uno creció escuchando a una bruja avería que clamaba aquello de viva el mal, viva el capital entre mensajes en contra de la OTAN.

Los domingos por la tarde ochenteros devoraba los Fraggel rock que a su vez se zampaban las construcciones de unos pequeños seres verdes llamados curris, cuya existencia sólo servía para alimentar a los protas, en toda una inocente lección del sometimiento de la lucha de clases. Y cuantas pesadillas nos hubiéramos ahorrado si por entonces no existiera David Bowie marcando paquete enfundado en unas mallas ajustadas y un pelazo imposible; secuestraba a niños en pijama y perseguía a una Jennifer Conelly adolescente en Dentro del laberinto, una oscura película de culto, obra maestra de Jim Henson, infravalorada por muchos debido a su condición de película infantil. Hoy la recuerdo con cariño, tan entretenida como perturbadora, porque lo del baile de máscaras entre criaturas extrañas y bajo los efectos de la droga en una parte final que define la maravillosa libertad creativa sin límites de aquellos excesivos ochenta.

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A mediados de esa década grababa mis primeros recuerdos televisivos con un programa que empezaba y acababa con una cósmica y depresiva versión del Arabesque de Debussy, interpretada por el japonés Isao Tomita. Era un Planeta Imaginario en el que a los de la EGB nos intentaban atraer a nuestras pequeñas mentes hacia el mundo de las letras, aunque para ello tuviéramos que masticar el sándwich de foie gras mientras veíamos cabezas inmensas que eran enchufes, bombillas o relojes gigantes, comportándose de una forma tan extraña como difícil de comprender. Supera eso Historias Corrientes.

Y años más tardes vino lo peor y dejaron de tratarnos de una forma inteligente. Demasiado bien estamos los de mi generación, la que vivía los últimos coletazos de inocencia infantil antes de la adolescencia, viendo a la misma mujer que hoy canta la Salchipapa, gritar “A medio día alegría y con palotes mejor todavía”, ataviada con pantalones de ciclista, corpiño pequeño y una gorra de cuero repleta de pins que eran las chapas de los 90.

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Sí, visto en perspectiva todo era muy fuerte, demasiado tal vez, si lo comparamos con los clásicos de antaño, en ese mundo donde lo más excéntrico eran un perro.pato o ratones parlantes. Historias demasiado corrientes, pienso, mientras continúo viendo la tele con mi sobrino y qué bien porque ahora se asoma quien vive en una piña debajo del mar…


ARTÍCULO REVISTA SOUL ENERO 2020

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ROMPER

Mi más sincera enhorabuena a todo aquel que haya logrado sobrevivir a la temporada alta del exceso. Los cascabeles de Claus y compañía resuenan allá a lo lejos, ya casi llegando al norte, donde el hombre bueno del saco se reunirá con su señora con la que creo lleva años en una relación no sé hasta qué punto desgastada. Por aquí sólo queda esperar a los monarcas orientales, recoger los watios y reciclar tanto envoltorio de buenos deseos, para apretar el cinturón y subir la cuesta hasta que llegue febrero, mes que cunde más porque es más corto. La resaca puede que sea más llevadera con algunas películas streaming, que llegaron con la despedida del año y que serán recordadas por marcar el cambio definitivo en el consumo del entretenimiento contemporáneo. No matarán a la taquillera del cine tal como el vídeo lo hizo con la estrella de la radio, pero le dejarán sin un buen puñado de entradas por romper.

Después de tanto contacto humano navideño, los habrán cansados de su compañero de viaje, ya se sabe aquello de las vacaciones cuando algo no funciona, que cuanto más tiempo juntos menos paciencia y claro, después vienen las rupturas. Si ese es vuestro caso mejor no veáis la joya del momento en Netflix, con permiso de “El Irlandés”. “Historia de un matrimonio” es la vida de tantas parejas que sienten el dolor del proceso de finalización de una relación sentimental. Scarlet Johansson se sale, como de costumbre, interpretando a una actriz cansada de su vida junto a un hombre que a pesar de ser maravilloso no le permite evolucionar en ese camino vital, tan necesario para crecer en lo individual y que acompaña el río de lágrimas que provoca dejar al compañero en el camino.

Un intensísimo no eres tú sino yo, o tal vez los dos, ese que provoca un desasosiego en el paso a paso del ocaso sentimental, narrado con una precisión y naturalidad que seguro, cuando llegue la primavera, se verá recompensada con estatuillas a cascoporro.

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Y de entre todas las escenas que transcurren hacia el adiós, una que se convertirá, intuyo, en leyenda y en la preferida de todos aquellos futuros actores y actrices que quieran lucirse en el examen final de cualquier escuela de arte dramático. Scarlet y Adam Driver cara a cara, en una habitación, diciendo todo lo que se tenían que decir, vomitando sentimientos, viejos rencores, despechos y toda la toxicidad que una pareja puede acumular hasta llegado el momento de decidir ya no puedo más. Pero antes del drama que tan bien se cuenta, existe la felicidad, los buenos momentos de la cotidianidad y la complicidad que se pierde como el buen sexo pasional, antes de derivar en una rutina, que cuando asfixia, determina el volantazo para cambiar de vía con dirección hacia la felicidad.

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ARTÍCULO REVISTA SOUL DICIEMBRE 2019

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POLÍTICA DE FICCIÓN

Hace tiempo que durante mis primeros minutos del día despierto decidí escuchar música. Dejé de conectar con el universo tertulia porque los mantras acoso y derribo contra el contrincante político no me hacían bien, demasiada energía negativa en mi pantalla provocada por el perpetuo panorama electoral en el que vivimos.

Parecía imposible pero nuestros dirigentes y aspirantes a dirigir lo han conseguido: cuatro elecciones en seis meses, triste récord para poner a prueba la paciencia del votante, y espectador. Un castigo continúo en el que elegir color, rompiendo tantos descansos dominicales con visitas al colegio electoral o a Correos en su defecto. Si sólo fuese eso… La gota en forma de candidato, portavoz o tertuliano sabelotodo y nada, es la que colma el vaso de la paciencia. Suenan a través de un discurso cual disco rayado, polarizado, maniqueo, más próximo a un sainete de serie B y difícilmente peor interpretado.

Lo de actuar mejor las dejamos a los actores y actrices de verdad, me resultan más creíbles que una visita propagandística al Hormiguero, al programa de AR o una manida intervención en un directo de la Sexta.

Menos mal que The Politician ha llegado a nuestras vidas en el momento adecuado. Netflix no podía estrenar de mejor forma y en mejor momento, su relación contractual con Ryan Murphy, gurú de la ficción actual (American Horror Story, Glee, Pose…)

La ambición sin límites de unos jóvenes en el instituto para representar a sus compañeros, bien explica los entresijos de la denostada profesión política en la que justos pagan por pecadores, como el carismático protagonista Payton (Ben Platt). El chico, suena a realidad como tantos de su especie, no es buena persona, aunque a veces utilice su carrera para intentar hacer el bien. Y en su fin de lograr el trono de la Casa Blanca, su máxima no podía ser otra que la de Maquiavelo, con unos medios tan habituales como difíciles de justificar. El pequeño político no puede estar mejor rodeado: Una madre que es Gwyneth Paltrow y una estrecha relación con tintes de Edipo, no tan intensa como la que tiene con su chica, y su chico, porque esa ficción no sólo habla del ansia temprana de poder, también de diversidad sexual. La carencia de escrúpulos resulta tan corrosiva como divertida y se podría resumir en la utilización del cáncer juvenil como forma de ganar votos o sacar provecho para una mejor vida. Es en este punto donde una vez más resulta un auténtico gustazo ver en acción a Jessica Lange (imprescindible en las ficciones de Murphy) en el papel de tía y ciudadana maligna, tan aprovechada como los que aspiran al poder.

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No es por hacer spoilers, pero la serie también muestra las bondades de engañar, y si es cierto aquello de que la ficción siempre es superada por la realidad, hay esperanza y segunda temporada, seguro.


ARTÍCULO REVISTA SOUL NOVIEMBRE 2019

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EL HOMBRE DEL SACO 

Lo recuerdo desde que tengo uso de razón, siempre ha estado ahí, alimentando el desasosiego en la oscuridad de la mente. Es el que magnifica sensaciones e inventa amenazas invisibles que visten pesadillas cuando nada se ve. Sus terrores nocturnos se quedan pegados en la mente, y en las sábanas, revueltas después de pegar tantas vueltas, entrelazadas con momentos de inmovilidad con los que calmar a la bestia inexistente. Como si estar estáticos y encogidos, con la cabeza sudada debajo de la almohada para no escuchar más que nuestra respiración acelerada, nos protegiese de ese mal que existe, aunque muy, muy lejos de la vieja cama de cuerpo y medio.

El hombre del saco siempre ha estado ahí, tantas veces en boca de los adultos, cual amenaza muy poco pedagógica. En las noticias, todos los días de la vida. En forma de suceso protagonizado por villanos de carne y hueso, presentados en una foto de búsqueda que los hace más malvados todavía, o esposados, en movimiento a la entrada de la habitación de la justicia. Depravados que hacen el mal sin piedad a víctimas inocentes, despojadas de sus vidas por imprevisto, ante la posterior conmoción de un espectador ajeno a la desgracia y que la hace suya. Estos malignos han nutrido nuestra imaginación y la de tantos guionistas que los trasladan a los altares de la ficción, para inmortalizarlos y convertirlos en el entretenimiento del sobresalto y la inquietud. Hannibal, Norman, Jason, Alex, Jean Baptiste… La lista es tan larga que sería imposible contabilizar los litros de jarabe de maíz derramados por el séptimo arte entre chillidos y claquetas.

Crecí atemorizado con todos ellos, quién no, hasta que les cogí el gusto y decidí convertir el miedo en diversión. Gracias al VHS pude nutrir esta temprana afición. En el extinguido videoclub el carné sólo servía para entrar en la zona restringida del placer X, con todas esas carátulas prohibidas, porque el sexo en la ficción siempre ha estado peor visto que la violencia.

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Una Matanza de Texas entre amigos, llevaba a una Pesadilla en Elm Street y en medio, mucha serie B fácil de olvidar, que las exquisiteces aparecen con la madurez, cuando decides que El Exorcista por culto y derecho, es tu película favorita de terror. En la pre y adolescencia lo que importa es la cantidad y las secuelas se devoran sin miramientos. Así empecé a empapelar las paredes de mi habitación con pósters de Freddy Kruegger, para extrañeza de mi madre. A ella le quitaba las pinzas metálicas del pelo para fabricar el guante de mi cara pizza adorado y así asustar a mi hermano miedoso, perseguido por un Robert Englund de metro y medio. Y después los 90, los 2000 y un no parar del sobresaltos a ritmo de Carpenter, Wes Craven, mucho slasher, historias venidas de Japón para no dormir y algo de gore… Subirse a una cinta de terror es como hacerlo en una montaña rusa extrema. Sabes que nada te va pasar y mientras sufres fuertes sacudidas de vértigo, gozas viendo venir a ese hombre del saco, siempre dispuesto a sembrar el mal para hacértelo pasar bien.


ARTÍCULO REVISTA SOUL OCTUBRE 2019

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EL DESENCANTO DE LA FAMA TEMPRANA

Dedo arriba, dedo abajo, ando deslizándome por mi pantalla de seis pulgadas descubriendo que pasa en el exterior global. Si ejercitase mis bíceps con la misma intensidad que mi índice, mis mangas veraniegas que ya aguardan el otoño estarían rotas, como la vida de la que un día fue la princesa del pop. Detengo mi falange en los chismorreos que hablan del malestar psíquico de Britney Spears. Está demostrado, el exceso de fama perjudica seriamente la salud de cualquiera, pero más aún cuando la consciencia todavía no es plena.

Los focos no son un buen hábitat para los niños, el archivo histórico está lleno de pequeñas almas desdichadas devoradas por la industria: Judy Garland, Michael Jackson, Joselito, Marisol… Si alguna vez os ha hecho ilusión rentabilizar la gracia y salero de alguno de vuestros hijo o hija, llevadlo a contar un chiste al programa de Juan y Medio o mejor cortad por lo sano y evitad así un futuro descarrilamiento cuando acaben la pubertad. Salvo en honrosas excepciones de tipo Ana Belén, ser un niño prodigio perjudica seriamente la salud, sobre todo la mental.

El documental de Netflix sobre Parchís es un buen ejemplo de lo contraproducente que puede llegar a ser empezar a cotizar antes de los 16, cuando el trabajo es devorado por millones de ojos y la codicia de la industria discográfica. El documental del fenómeno infantil de los 80 indaga en la creación, desarrollo y destrucción del grupo infantil que lo reventó. Ellos mismos nos lo cuentan en una sucesión de confesiones y vivencias contadas desde la distancia y el pseudo anonimato. Los 106 minutos de entrevistas regadas con imágenes del pasado no descubren mucho, es fácil deducir el resultado negativo de la ecuación estrella infantil, ejecutivo con corbata, muchos dólares y fans en masa. Muchos villanos alrededor de cinco chavales y el peor enemigo en casa, porque unos padres despreocupados y cegados por el éxito de sus retoños resulta fatal, cuando un crecimiento adecuado es sacrificado por un puñado de cheques. El morbo entra en escena cuando los testimonios hacen referencia al despertar sexual de los peques el inquietante testimonio de madres de pequeños seguidores acosando a la ficha roja.

La cinta dirigida por Daniel Arasanz, no la veremos compitiendo en ningún festival, pero seguro que anima a echar la vista atrás en el Spotify si amas la nostalgia ochentera y vives pensando que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Ya os digo en plan spoiler que al final Parchís se ve las caras con sus patas de gallo, 33 años después del estrellato, el problema es que el documental no aprovecha este momento y saca los títulos de crédito cuando empieza lo mejor. Se echa de menos las batallitas del reencuentro de esas cabecitas que demasiado bien están, ya adultas, después de lo vivido. Ya lo decía Jordy ese bebé cantante francés, one hit wonder de 1993, Dur dur d’être bébé, en el escenario…


ARTÍCULO REVISTA SOUL SEPTIEMBRE 2019

cinerama

EL MEJOR GUION LO ESCRIBE LA VIDA MISMA

EL MEJOR GUION LO ESCRIBE LA VIDA MISMA. ESTÁ DEMOSTRADO QUE LAS MEJORES HISTORIAS OCURREN PORQUE EL DESTINO ASÍ LO QUIERE, TAN CAPRICHOSO Y A VECES SOBRECOGEDOR QUE SUPERA LA MEJOR IDEA DE UN GRAN ESCRITOR. EL HORROR ESTÁ DE MODA, NUNCA HA DEJADO DE ESTARLO SÓLO QUE CON EL PASO DEL TIEMPO LAS FATALIDADES DEL PASADO ACABAN CONVIRTIÉNDOSE EN ÉXITOS DE LA PANTALLA DEL PRESENTE. VISTOS LOS SUCESIVOS ESTRENOS RECIENTES, PARECE QUE EN LA HEMEROTECA HABITA UN SINFÍN DE RÍOS DE SANGRE QUE VUELVEN A SALIR A LA LUZ EN FORMATO FICCIÓN, PARA CURIOSIDAD DEL ESPECTADOR.

La tendencia televisiva del momento es el infalible basado en hechos reales. Recordar sucesos escabrosos y convertirlos en serie, documental o película se ha convertido en una especialidad para Netflix. Hace dos años se estrenaba Amanda Knox, un documental alimentado de testimonios acerca de la joven absuelta en dos ocasiones del homicidio de su compañera de piso Erasmus en Perugia (Italia). Todavía recuerdo los escalofríos que sentí al sacar mis propias conclusiones después de verla.

Más tarde llegaron La Desaparición de Madeleine McCann, I am a killer, Dirty Jhon, Mindhunter y un etcétera de productos adictivos con los que introducirse en la inquietante mente de un asesino…

El último hit al respecto es “Extremadamente Cruel, Malvado y Perverso” o cómo conocer la piel de cordero de Ted Bundy, el criminal americano que quitó la vida a 30 mujeres y que consumió la de su pareja incrédula a base de mentiras. La veo con más ganas, después de devorar la estremecedora serie documental que destripa el caso a través de las cintas de audio de uno de los psicópatas más cínicos de la historia reciente.Me declaro amante del thriller y terror, del pasarlo bien pasándolo mal. Qué tendrán los asesinos en serie que tanto nos fascinan. Los villanos de la realidad, seguidos como estrellas del matar, por el público en masa que consume sus atrocidades con ese morbo en el fondo de no poder evitar pensar que a cualquiera le podría pasar… Porque no es la misma pesadilla la protagonizada por mi adorado Freddy Krueger que por quien fulminó vidas de verdad como el malo de Ted…

Con el paso de los años el drama de la realidad, en perspectiva, parece que se digiere mejor y resulta más políticamente correcto que en el directo del suceso, exprimido por el género periodístico depredador del sufrimiento en el nombre de la actualidad. La máximo expresión del suceso patrio de antaño es, sin duda, El Caso Alcàsser y no puedo esperar más al estreno de su serie el 14 de junio, en Netflix, llega más sangre del pasado.


ARTÍCULO REVISTA SOUL AGOSTO 2019

MÁS APOCALIPSIS

Disculpadme si en estas lineas seriéfilas de primavera no oso a hablar del fenómeno global GOT en su último suspiro. No es que vaya de alternativo por la vida streaming, simplemente es que nunca me enganché y de verdad que lo he intentado, tres veces concretamente pero no hubo manera, antes de finalizar la primera temporada perdía el interés, no será ella, seré yo…

Vivir ajeno a Juego de Tronos conlleva soportar frecuentemente un ¿Cómo puede ser que no la hayas visto todavía…? con el que hacerte sentir de otro planeta, un efecto secundario de cuando sales del rebaño de adictos al drama más popular de la última década.

El género humano es así, donde encontramos a los de nuestra especie allá que vamos. ¿Cuántas veces hemos pasado por un restaurante o comercio y nos ha invitado a entrar ver que haya vida dentro? Con las series pasa igual, el boca a boca es la prescripción para el consumo global, y si viene precedido del imperativo “tienes que verla” las opciones de consumo se disparan.

Caminamos en masa, tantas veces alienados, en la misma dirección pero sin rumbo, por inercia, como los zombis que acechan en Black Summer, mi ultima adicción. Me la recomienda Netflix a través de este extraño algoritmo que cree conocerme, aunque a veces me desconcierta cuando me sugiere culebrones que jamás digeriría en mi sano juicio. Black Summer acaba de aterrizar, es la precuela de Z Nation a la que nunca logré engancharme por ese tono de comedia que irrumpe en medio del horror.

En esta primera temporada (vaticino que habrá segunda) sólo hay drama y terror. Todo empieza en el minuto cero de un apocalipsis zombi, a partir de aquí los ingredientes necesarios para entretenerme: Un virus que se expande y un puñado de supervivientes que huyen de una muchedumbre infectada, rabiosa que corre cual pollo sin cabeza hacia carne limpia que le sirva de aperitivo. Las dianas humanas, como suele pasar en estos casos, son tan heterogéneas como iguales ante el peligro que acecha. Una madre coraje en búsqueda de su vástago hace las veces de protagonista, le acompañan en el camino hacia los seres queridos un abanico de personalidades distintas, unidas por la amenaza de la cólera de los no muertos. El pánico sucede donde antes había confort del primer mundo: Un coche, un supermercado, un colegio o cualquier techo en el que andar con cuatro ojos para no ser devorado.

A priori puede sonar a Walking Dead y sí, suena, pero salvando las diferencias porque el ritmo del “verano negro” me resulta más veloz y disfruto de la acción sin mucho tiempo muerto y alargamientos innecesarios. Antes de Walking Dead ya leía las historietas de su creador, Robert Kirkman y para que os hagáis una idea, en toda la primera temporada televisiva no llegan ni a reproducir todo lo que pasa en un ejemplar del cómic. Demasiado lento, tanto como los zombis originales de movimientos torpes con los que George Romero creaba en 1968 un género que hacía caminar a los muertos resucitados, que hoy son de culto y también mi debilidad. Me quedo con la ira ágil, al estilo Danny Boyle en 28 días después en los que la furia de la epidemia acosa al sobreviviente, perfil de la masa atacante que hereda Black Summer.


ARTÍCULO REVISTA SOUL JULIO 2019

TODO Y NADA

Tenerlo todo y a la vez nada, es el sentimiento de frustración que a veces me invade cuando me enfrento cara a cara a mi pequeña pantalla de 43 “. El que debería ser el mejor momento del día, no lo acaba de ser cuando enciendo mi playstation y doy tantas vueltas al mando sobre las aplicaciones de HBO, Prime y Netflx. La indecisión se apodera de mí hasta que un impulso me obliga finiquitar la situación, entro en Netflix. Navego por un mar de géneros y un extraño algoritmo de recomendaciones personalizadas, animado por la cantidad de producto que habita dentro, extenso, aunque ya se sabe aquello de la cantidad y la calidad… Al final, el camino hacia un buen rato de esparcimiento, se convierte en la búsqueda de una aguja en un pajar donde lo selecto se esconde entre una morralla con la que parece difícil hacer buen caldo audiovisual.

Me pierdo entre pelis taquilleras vistas hasta la saciedad, series B, vampiros, licántropos, bellezas sin contenido, culebrones y ciencia ficción de bajo presupuesto. Todo lo cotejo en esas webs en las que espectadores opinan, ellos me invitan a descartar cuando el producto no pasa del aprobado, y pasa mucho.

Algunos hablan del fast food del entretenimiento. Más de 3.000 títulos dentro de la gigante N roja son los responsables de un nuevo mal psicológico del primer mundo, un drama del siglo XXI: la ansiedad de no saber qué entre tanto. Cuanto más tenemos más queremos y cuando vivo ese debate interno de elegir que ver, pienso en esos noventa del pasado, en los que la oferta se resumía a seis canales en abierto, por entonces el zapping era coser y cantar, y a pesar de tanto anuncio con poco uno quedaba satisfecho.

Existe una forma de medir las ganas de consumir una cinta, es ese pagaría por ir a verla al cine… Sólo que lo del cine ya no resulta tan obvio por mucho que le moleste a ese festival de Cannes y su relación imposible con Netflix.

En la parte positiva, la tarifa plana incluye algunas películas por las que el que os escribe pagaría con agrado entrada y palomitas: La aterradora y asfixiante  “A ciegas” con Sandra Bullock; la acción de la buena, en forma y contenido de “Triple Frontera” con Ben Affleck; la maravillosa balada de Buster Scruggs de los hermanos Cohen; la delicia hecha arte en movimiento en la “Roma” de Alfonso Cuaron o dentro de poco y hay tantas ganas como expectación, “The Irishman” de Martin Scorsese, con Robert de Niro y Al Pacino. Todo leyendas… Cintas de alta calidad, presupuesto y con nombres propios del firmamento del celuloide. Una abultada chequera para sacar pecho cinematográfico, hacer olvidar las quincalla y de paso, cambiar las reglas del juego como la radio ya hizo con la prensa, y a su vez después la tele o internet. Pasado los años nadie ha muerto, todo evoluciona, todos conviven, que entre el CD y Spotify, el taxi y el VTC o el blanco y el negro siempre hay grises. Feliz elección nocturna audiovisual…


ARTÍCULO REVISTA SOUL JUNIO 2019

Ferran Cano

CUALQUIER TIEMPO PASADO

Idealizamos lo que fuimos y lo que un día vivimos, es un signo de mi generación, la que empezó a caminar en los 80, al mismo paso que lo hacía la democracia. Los que la pusieron en marcha ya son viejos, nosotros nos encontramos en la mitad del camino, y a nuestras espaldas, miles de instantáneas visuales que alimentan nuestra necesidad de nostalgia.

Echar la vista atrás nos reconforta, tal vez porque nos sentimos seguros pensando que nada malo, excepto un cateo, nos podía pasar en un pupitre de la EGB; que cuando el estío asomaba, la emoción era máxima si se trataba de compartir la tarde con la pandilla, echando partidas del Bubble Bobble a cinco duros; que en la era pre-nutella, la nocilla, el polo flash y las pipas, eran la energía para coger las bicis y vivir aventuras, soñando con ser Goonies y sintiéndonos bicivoladores…

Somos muchos los nostálgicos, porque por entonces la media salía a casi tres hijos por familia, hoy uno y apenas. Los que venden lo saben bien, lo explotan y nos encanta, porque devoramos una temporada de Stranger Things con el mismo ansia con la que zampábamos un bollycao pero sin calcomanías y ahora con bastantes más centímetros de cintura.

También leíamos, a veces por obligación parental o académica, otras por gusto cual Bastián dentro de una Historia Interminable de Michael Ende. Lectura también por diversión cuando podíamos elegir nuestra propia aventura en unos libros en los que un salto de página lo cambiaba todo. De ahí mi gozo con la nueva herramienta interactiva que Netflix ha estrenado con un capítulo especial de la serie que mejor refleja los dramas tecnológicos del último milenio, Black Mirror. Bandersnatch se llama el episodio que me traslada a una época donde reinaba el Spectrum y Atari, que fueron el primer ordenador y consola que tocaron estas manos que hoy escriben, hoy más arrugadas y que por entonces ni soñaban con la PlayStation que hoy disfrutan.

A ritmo de sintetizador acompaño a su protagonista un joven programador de videojuegos y decido por él, A ó B, un camino u otro cambia el curso de una historia oscura y un tanto siniestra. Lo mejor es que hay cinco finales diferentes . Ojalá como espectador hubiese podido decidir otro final para David el Gnomo convertido en árbol, ese trauma infantil que me hubiese ahorrado…Y qué decir de Lost o Los Serrano, sin ánimo de ofender queridos guionistas ¡bendita interactividad!

El guión del experimento resulta adictivo en un principio aunque decrece cuando a pesar de haber optado por un camino, la serie te lleva donde ella quiere hacia uno de los cinco finales diferentes con los que me he topado. Terminado empiezo a pensar en reboot de los Gremlins y Cazafantasmas 3 que están por venir, y pienso que cualquier tiempo pasado fue mejor o no… porque me imagino sólo en casa con un extraterrestre que come lacasitos o un gigante feo de nombre Sloth que pide chocolate y me asusto adulto. Mejor me quedo como estoy, en mi casa milénica practicando mi adicción favorita, os lo cuento el mes que viene…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


ARTÍCULO REVISTA SOUL MAYO 2019

True Detective

QUERIDA ANSIEDAD

La jornada me consume, puede que a muchos de vosotros os suene la siguiente canción.

La cafetera italiana que me bebo casi de golpe mientras oigo las noticias, no contiene la cafeína suficiente para despertar mi cuerpo y mente después de la maratón que me pegué anoche: los tres primeros capítulos de la tercera temporada de True Detective son los responsables de que cerrara los ojos pasada la una de la mañana. Los americanos, que tienen la fábrica más grande de series, le llaman binge watching, yo le llamo atracón seriéfilo.

Dos veces pospuesta la alarma, mi somnolencia y yo empezamos ahora una intensa jornada de periodismo televisivo en la televisión pública valenciana que finalizará once horas después del primer sorbo de café. Un poco de gimnasio y un Glovo hipercalórico antes de caer de nuevo en sofá, para deshacer lo sudado e incumplir ese mandamiento treintañero que evita ingerir hidratos cuando se acerca la medianoche, casi como un Gremlin. El tresillo es el campo donde practico un verbo que me encanta, “repantigar” y ahí me vuelvo a quedar, pegado, adepto a la creación de Nic Pizzolato. 

La cabecera ya me resulta hipnótica, una introducción puede llegar a ser una pequeña obra de arte audiovisual, un subgénero en el mundo de la ficción; la de True Detective marca tendencia: escenas ya icónicas que emanan de los personajes, al ritmo de la banda sonora maravillosamente deprimente de (os evito cazar un Shazam) Death Letter de Cassandra Wilson. Un genial preludio de lo que está por venir… La base , una desaparición y un asesinato en Ozarks, un pueblo imaginario habitado por personajes comunes, casi todos con pinta de presuntos asesinos. Un Twink Peaks del s XXI con brillantes saltos cronológicos, no tantos como las incógnitas que se suceden entre silencios y humo de cigarrillos. 

True Detective

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Algunas interpretaciones ya huelen a premio, lo digo, y es unánime, por Mahershala Ali, lo recordaréis por Moonligt y es un 9’9 sobre 10. Su otra mitad es Stephen Dorff, mi archivo audiovisual lo recuerda por todo lo alto en el cambio de milenio y aquí recibe esa segunda oportunidad de tantos guaperas del pasado, más maduros y con ese beneplácito de la crítica que sólo la arruga serena consigue, véase John Travolta o Mickey Rourke 

True Detective

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Poco me dura la ración, tan sólo 53 minutos. ¿Y ahora qué? me pregunto mientras empiezo a sentir la necesidad de quien quiere más y no puede ser. HBO raciona mi dependencia a su serie estrella de la temporada, sólo cuelgan un capítulo por semana, el tiempo suficiente para que al estudio de doblaje de aquí doble el siguiente venido de allá. Así que me veo obligado a calmar mi ansia echando un vistazo a Killing Eve, también en HBO y con el sello BBC, que salvo contadas excepciones es sinónimo de calidad.

Si amas la ficción sabes que la excelencia es una preciada cualidad en un mercado donde el excedente invita a sortear la morralla de series producidas en masa. Me invita, además, la presencia del Emmy a la mejor actriz de serie dramática, Sandra Oh o como olvidar a la doctora Cristina Yang en Anatomía de Grey. Pinta bien, un entretenido juego al gato y ratón global de ocho capítulos que serán mi metadona en lo que queda de semana. El primer mundo tiene estas cosas, necesidades innecesarias que son un placer. Adicción a la ficción para desconectar de la realidad, mi querida ansiedad… 

True Detective

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