J. A. Bayona

J.A. Bayona: Desde la cumbre

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J.A. BAYONA NO NECESITA PRESENTACIÓN. ES UNO DE LOS DIRECTORES MÁS CONSOLIDADOS DE NUESTRO PAÍS, Y REFERENTE DEL CINE ESPAÑOL EN TODOS LOS SENTIDOS. HA RODADO GRANDES LARGOMETRAJES, CON ESE ESTILO TAN PERSONAL Y CERCANO QUE LE CARACTERIZA. NO HAY HISTORIA QUE SE LE RESISTA, DÁNDOLE ESE TOQUE TAN PERSONAL QUE LA ELEVA A LA MÁXIMA EXPRESIÓN, POTENCIANDO EL RELATO DE UNA FORMA QUE SOLO ÉL SABE HACER. Y PRECISAMENTE ESO ES LO QUE NOS ENCONTRAMOS EN SU ÚLTIMO TRABAJO, LA SOCIEDAD DE LA NIEVE, DONDE NOS CUENTA EL LADO MÁS HUMANO Y REFLEXIVO DE LOS SUPERVIVIENTES DEL ACCIDENTE DEL VUELO 571 DE LA FUERZA AÉREA URUGUAYA EN LA CORDILLERA DE LOS ANDES EN 1972.

Hace más de 10 años fue cuando decidiste desarrollar esta historia a partir de la lectura del libro de Pablo Vierci. ¿Viste enseguida que había una parte de la historia que no se había contado? ¿Qué parte?

Realmente el libro de Vierci llega en un momento en que los supervivientes no se reconocen en el relato, ya que siempre se había planteado desde la simplicidad de los héroes que sobreviven a una catástrofe, centrándose demasiado en la idea del canibalismo, cuando realmente lo que vivieron en la montaña fue algo mucho más grande. De esta forma, ese relato va un poco a la contra del imaginario que tenía el colectivo. Y a partir de ahí, sitúo el relato desde el lado más humano para hablar de las personas normales en situaciones extraordinarias, del ser humano en su complejidad, donde cada una de ellos ha de manejar sus energías, individuales y en grupo. Esa es la parte de la historia que me interesa a mí.

De hecho, tanto en La sociedad de la nieve como en Lo imposible hablas de catástrofes naturales y en ambas se muestra, tal y como cuentas, que en situaciones límites, las personas sacan ese lado más humano.

Había una frase de uno de los supervivientes que nos dijo “nunca fuimos mejores personas que en la montaña”. Yo creo que es muy interesante como esas personas, llevadas al extremo de sus posibilidades, tomaron la decisión de cuidarse unos a otros, de entregarse. Y eso colocaba la historia en un lugar muy diferente a la que estamos acostumbrados, que situaba a los personajes más en el lado del heroísmo, con el canibalismo muy presente. La idea que yo quería mostrar es esa idea de grupo, cómo velaron para que no cundiera el pánico, cómo gracias al colectivo salen adelante para que regresen 17 de las 40 personas que viajaban en el avión.

Al final lo que pasa en la montaña es una interpretación. Todo lo que pasó, lo saben cada uno de los supervivientes y cada uno lo vivió de forma diferente. Y así queda reflejado y con un final más abierto ¿Era esa tu intención?

Si, efectivamente en el libro de Pablo Vierci había muchas preguntas sin respuesta, para intentar encontrar un sentido, y al final creo que el sentido lo tiene que buscar cada uno. Yo como director también interpreto la historia que he leído, que me han trasladado, y lo que intento es no imponer esa visión que yo tengo. Y creo que es más bonito que cada espectador tenga su interpretación.

¿Qué momento fue el más complicado del rodaje?

En general fue un rodaje muy complicado, ya que las escenas estaban rodadas, en su mayoría, en localizaciones reales. Eso implicaba adaptarse a la climatología constantemente, e ir cambiando el plan de rodaje. Quizá la escena más dura de rodar para los actores fue la del alud porque físicamente les obligaba a estar en un espacio muy pequeño donde realmente se sentía mucho el frío, el contacto con la nieve. Fue una secuencia muy intensa.

¿Cómo ha sido la preparación de los actores para rodar en situaciones tan adversas?

Intentaba nutrirles, y darles toda la información necesaria para que ellos tengan las herramientas para defender el personaje, pero también ayuda mucho aportarles el contexto, la situación, las condiciones, las emociones que de alguna forma les ayudan a llegar al lugar donde quieres que estén. Así que claro, estar en la montaña, con el frío, la nieve, la soledad, e incluso el hambre, ya que seguían una dieta muy estricta para perder peso eran estímulos para que llegaran, con la interpretación, al lugar que queríamos llegar.

J. A. Bayona

¿Cómo ha sido la relación con los supervivientes, y dónde surge ese punto de vista más de grupo?

El relato se ha ido refinando, ya que cada uno de ellos intentan encontrarle un sentido a lo que pasó, y son personas muy diferentes, con una visión muy personal de lo que vivieron en la montaña. Nuestro relato intenta buscar ese denominador común del colectivo, de forma que todos puedan sentir el retrato de lo que sucedió, de la manera más realista y fiel posible. Ahí estaba el reto y hablar con los supervivientes fue importantísimo para poder entender a cada uno de ellos, acercarnos a la realidad y, desde ese lugar, hacernos las preguntas que se hacían ellos, y llegar a las conclusiones a las que iban llegando ellos. En ese relato cobra mucha fuerza el colectivo, en los momentos de grandes dificultades, es donde surge ese espíritu de camarería, donde la importancia de ayudar al otro, cobra protagonismo. Que es lo que se forjó en la montaña, y que seguía vivo cuando hablamos con ellos.

¿Te ha quedado algo por contar? Es una película mucho más libre que otras que se han rodado, que se centran más en la acción.

Esta es una película más de reflexión, más abierta a que cada uno interprete a su manera. Y ese es su valor. Claro que es una película en la que podríamos haber estado trabajando tres años más, y seguir contando cosas.

La historia la relata uno de los supervivientes, de forma, además, muy emocional ¿por qué decidiste que fuera precisamente él?

A mí me interesaba esa parte más reflexiva y filosófica del relato, y eso a veces sobre guion no es fácil como plantearlo. En este caso, se resolvió en el momento que aparece el personaje de Numa. Es muy interesante ya que fue el que más problemas tuvo para adaptarse a la montaña. Y contarlo desde ese lugar, inmediatamente tenía algo metafísico, o espiritual, y cuando empezamos a investigarlo, supimos que teníamos que contar la historia a través de sus ojos.

En cuanto a la música, ¿cuándo decidiste que fuera Michael Giacchino quien diseñara la banda sonora?

Cuando él se ofreció (se ríe). Es muy amigo mío, y siempre que hago un montaje se lo enseño, para que él me de ideas. En este caso, empezó a lanzar ideas sobre la música. Compuso una pieza que me pareció sensacional, y me pareció evidente que debía de hacerlo él. Y ha hecho un trabajo extraordinario, como en Jurassic World en identificar la esencia de la película y amplificarla.

Estamos en un momento crítico culturalmente hablando. ¿Cómo ves tu este momento cultural actual?

Yo creo que la cultura es lo que nos ayuda a expresarnos como individuos. El signo de los tiempos se expresa a través de ella, y todo lo que hacemos es una expresión cultural. En la película lo he intentado contar de esa forma. Una cosa es la realidad, y ese vacío, esa inmensidad blanca que se encuentran al llegar a la montaña, y otra es la interpretación que tu tengas de lo que está pasando. Y en ella es donde entra el hecho cultural. La cultura está ahí, queramos o no, y nuestra sociedad va a tener una expresión cultural, la apoyemos o no. Y apoyarla es mejorar nuestra calidad como individuos porque vertebra nuestras vidas.

¿Cuál crees es el futuro de la sala grande?

Bueno, ese debate lleva existiendo desde que apareció la televisión, y aquí seguimos (se ríe). El cine es un elemento fundamental que vértebra la cultura en nuestra sociedad. Existen nuevas formas de consumirla, y de contarla. Pero el cine como hecho cultural y como evento disfrutado en la sala es irremplazable. Y creo que estamos viviendo un momento en que la gente le gusta disfrutar de los grandes eventos. Mira sino lo que ha pasado con Oppenheimer o Napoleón. Por eso lo que tenemos es que abastecer esa necesidad que tiene el público de ver grandes historias en la gran pantalla.

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