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BABY DRIVER

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Edgar Wright, director de películas como Scott Pilgrim contra el mundo, dirige una película cargada de coches, ritmo y acción. Baby Driver, contiene ingredientes para convertirse en éxito, empezando por su protagonista: la súper estrella adolescente, Ansel Elgort (Bajo la misma estrella), que enloquece a buena parte de público femenino. Elgort, se convierte en Baby, un muchacho a unos auriculares pegado y un prodigio al volante, que se ve involucrado en ayudar a delincuentes a escapar de situaciones límite, para saldar una deuda que tiene pendiente, con un hombre peligroso (Kevin Spacey). El equipo de delincuentes, un poquito cantarines, en cuanto a su forma de vestir, está compuesto por Eiza González, en el rol de pibón con buen manejo de armas, Jon Hamm (Mad Men), un tipo con un peinado peculiar, Jaime Foxx (Ray), el más inestable del grupo, e incluso tenemos a Jon Bernthal, ese «Punisher» de la sobresaliente Daredevil de Netflix, totalmente desaprovechado, utilizado como mero figurante, por la pequeñez de su aportación. También tenemos romance y cafetería típica como escenario de la historia de amor. La cenicienta Lily James, es una camarera con aspiraciones en mente mucho mejores que trabajar en un bar. Todo empieza por conocer a Baby y soñar juntos con escapar cada uno de su realidad. Ahí tenemos la trama, y la música es buenísima.

Wright lleva la historia por donde quiere, resaltando que aunque pueda parecernos una historia convencional, en realidad, no lo es. Hay acción, hay sangre, hay cochazos. Algo en su forma, acción y estilo, recuerda a recientes películas de Matthew Vaughn como Kick-Ass, o Kingsman: Servicio Secreto. Es una buena recomendación para esta época del año, tampoco es que hayan muchas más películas altamente llamativas en cartel, e incluso Carlos Boyero (El País) le ha puesto buena nota.

Si no terminas de convencerte, puedes ver la promo que los propios actores se hicieron en el show de James Corden:

 

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