EN ESTAS FECHAS, NO PUEDO EVITAR MIRAR HACIA ATRÁS Y RECORDAR OTROS TIEMPOS. QUIZÁ LAS LUCES DE NAVIDAD, EL FRÍO, LOS TIERNOS ANUNCIOS DE FAMILIAS FELICES Y DE CELEBRACIÓN, LAS CANCIONES TÍPICAS DE ESTA ÉPOCA Y LOS REENCUENTROS LLENAN EL AMBIENTE DE UN INEVITABLE AIRE NOSTÁLGICO QUE TERMINA CONTAGIÁNDONOS A TODOS. PERO SI PREGUNTAS A LA GENTE QUÉ ES LO QUE MÁS LES GUSTA DE ESTAS FECHAS, SIN DUDA SON ESOS ENCUENTROS, DELANTE DE UNA MESA VESTIDA CON SUS MEJORES GALAS, Y LOS NECESARIOS BRINDIS.
La mesa está lista para recibir a mis invitados, aquellos que hacen de esta noche un rito de conexión y alegría. Ese epicentro, que ha visto crecer a generación tras generación, es el tótem de unas fiestas que, en mi caso, son más familiares que nunca. Este año me toca a mi ser la anfitriona, y una mezcla de ilusión y responsabilidad ronda mi mente. Los platos, ansiosos de ser los protagonistas de la noche, compiten con las copas de vino vacías, que les hacen un guiño cómplice. Todo está perfectamente dispuesto para vivir una velada que, ya de por si, tiene un aire mágico y, como cada año, se anuncia como una promesa de reencuentros y celebración. Mi casa resplandece con luces y adornos, y el aroma de la cena navideña que he preparado flota en el aire, creando una sinfonía de anticipación. Escucho de fondo como la puerta se abre, y el sonido de las risas y los abrazos de familiares y amigos resuena en la entrada, mientras dispongo los últimos detalles, y algo que no puede faltar en ninguna mesa navideña que se precie. Esos tres vinos que, como auténticas reliquias y desde hace años, protagonizan las celebraciones familiares navideñas.
Comienza la función, y los invitados empiezan a degustar los primeros platos, como si de una obra teatral se tratara. Mientras se inician las primeras conversaciones, lleno las copas con el resplandeciente Finca Montico, un blanco que entra en el momento perfecto, preparando el paladar para los siguientes actos. Mientras degustamos el delicioso jamón y los aperitivos, el baile de platos protagoniza el ambiente, donde resuena esa musiquilla agradable propia de esas fechas. El blanco por excelencia Mi abuelo decía que, si en una mesa hay un buen vino, lo demás sale solo y bien. Los primeros tragos del Finca Montico sueltan los paladares y los brindis que inician la velada. Una de las invitadas opina sobre la frescura del líquido espirituoso, con sus inconfundibles notas florales. Empieza la batalla del marisco. Los langostinos, cigalas y gambas rojas luchan por el primer puesto en la degustación, calmando los ruidosos estómagos de los comensales. Ya el año anterior, descubrimos el fuerte carácter del Finca Montico, un vino 100% ecológico que se elabora en la D.O. Rueda donde todos los viñedos propiedad de la bodega cuentan con certificación ecológica. Además, la uva se enfría en cámaras antes de realizar un doble proceso de selección manual, primero de los racimos enteros y luego de los granos de uva enteros, para después prensar esa uva para obtener un mosto que se decanta ligeramente y se envía a fermentar. Eso, como amantes del vino que somos, para nosotros es una característica muy particular, ya que transmite al vino una mayor originalidad y personalidad aromática. “Y es que este estilo de vinos blancos, a pesar de no estar fermentados en barrica, aguantan frescos y jóvenes durante más tiempo, manteniendo todo su carácter varietal”, afirma uno de los invitados, vanagloriándose de conocer las impresionantes bodegas de Marqués de Riscal, a las que regalaremos una visita este próximo año. Llega el turno de los pescados y, como no podía ser de otra manera, necesitamos la armonía perfecta para ese momento. Entre risas y anécdotas compartidas, el XR Rosé de Marqués de Riscal hace su entrada triunfal. Volvemos a brindar mientras degustamos la deliciosa merluza al horno.
El rosado definitivo A través de las copas, observamos la tonalidad asalmonada del XR Rosé que, en boca, resulta elegante y vibrante, con una acidez muy marcada que invita a beber por su frescura y verticalidad. Sus notas de frutas rojas bailan en el paladar, complementando la riqueza del pescado y aportando una nueva dimensión a la experiencia. Mientras los ojos empiezan a achisparse, por el vino y la felicidad, uno de los invitados alza la copa y la llena de buenos deseos. Mientras, al otro lado de la mesa, alguien aporta detalles de este rosado que es la primera vez que probamos. “Es el primer vino de Marqués de Riscal que se incorpora a la nueva gama de productos que nació hace unos años con la presentación de XR Reserva y que se caracterizan por ser fruto de la singularidad que ofrecen los viñedos y la uva seleccionada”. Se acaba de convertir en un imprescindible en nuestras celebraciones.
El cordero asado, con su aroma irresistible, se presenta como el siguiente acto en esta representación culinaria. En estos momentos alguien descorcha el secreto mejor guardado de las bodegas, el XR de Marqués de Riscal. El poder del tinto Con su color rubí profundo, el XR se vierte en las copas como un río de recuerdos. Y es que este vino, nos trae la memoria de nuestros antepasados, generaciones familiares que viven en nosotros a través de cada sorbo y aroma, y que han hecho que seamos quienes somos. No en vano, nos ha acompaña[1]do durante años y, mientras saboreamos el que es el plato principal, vamos degustando cada detalle de ese tempranillo de color cereza criado en 24 meses de barrica de roble americano. Los taninos suaves acarician el paladar, y el sabor persistente deja un eco que invita al siguiente bocado. Catamos una vez más el vino, deleitándonos en cada sorbo, que se convierte en un viaje a través de las viñas y las barricas de roble, una experiencia que nos conecta con la tierra y la paciencia de aquellos que han cultivado estas uvas. Las conversaciones se animan, mientras contamos anécdotas que nos hacen reír y volver a brindar. Se nota el júbilo de la felicidad propia de las celebraciones. Mientras comentamos la elegancia del XR de Marqués de Riscal, desde su cuidada etiqueta, que destila historia, comprobamos cómo resalta los matices de la carne y crea una armonía que hace que cada bocado sea una experiencia digna de ser recordada.
El Gran Reserva Llega el momento que estaba esperando, y es que he guardado una sorpresa para el final. Hace su aparición en escena el Marqués de Riscal 150 Aniversario. Mis invitados, fieles a su amor por el vino, abren la boca, mientras miran atónitos la elegante botella. Con un imaginario redoble de tambores, descorcho la botella, y los vítores y aplausos demuestran el golpe de efecto que quería conseguir. Sirvo una copa, y su aroma balsámico inunda la estancia, con sus notas especiadas de pimienta negra y canela color cereza muy oscuro. Lo catamos delicada[1]mente. En boca es graso, bien estructurado, con una gran concentración tánica, redondo y con un final largo y sedoso.
“Desde luego está a la altura de un Gran Reserva. He leído que para elaborar este vino se emplean uvas de viñas viejas de más de 80 años, procedentes tanto de producciones propias, como de cosechas adquiridas a viticultores de la zona de Rioja Alavesa.”, comento animadamente. “La verdad es que es un vino redondo, elegante, potente y fácil de beber”, apunta otra de las invitadas. Y eso se consigue porque la fermentación alcohólica, tras eliminar toda la uva que no esté totalmente sana y madura, se realiza a una temperatura de no más de 26º, durando el encubado 14 días. La crianza en barricas de roble francés durante 32 meses, y en botella durante 3 años más, completan de esta manera el proceso de maduración y afinamiento de sus taninos. La conversación sigue fluyendo, las risas se mezclan con el tintineo de las copas, y la magia de la Navidad se despliega en cada rincón de la mesa. Los postres, como epílogo dulce, llegan a la mesa mientras el ambiente se torna más íntimo. La sobremesa se extiende, y sin darnos cuenta, los vínculos se fortalecen. Son esas celebraciones las cosas por las que brindamos. Es lo que siempre esperamos de estas fechas. Las Navidades son solo una excusa. Para estar juntos, para disfrutar de los nuestros, de lo que amamos y para brindarnos. Y los vinos de Marqués de Riscal, cómplices en la creación de recuerdos que perdurarán en la memoria, han sido más que acompañantes en esta noche que se desliza hacia su fin. Así, entre risas cada vez más apagadas, el murmullo suave se mezcla en el aire con el humo de las velas apagadas, que huele a calidez.
Fotografía: María Selva