Larga vida… al espejo Ultrafragola

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El espejo ha sido, es y será una de las mejores armas para verse (que no para mirarse). Hablo del involuntario análisis al mm2 de todo aquello que se queda plasmado en el reflejo de cristal mientras nuestra mente deambula por los huecos de las interpretaciones y del espacio.

Porque si los espejos sirven para verse a un mismo, el arte derivado de ellos sirve para verse el alma. Es, lo que incesantemente buscaba el diseñador Ettore Sottsass y la mayoría de artistas, el encontrarse en igualdad con la imagen que uno quiere representar y ser el reflejo de una época. Ettore fue conocido como el enfant terrible del diseño vanguardista italiano. Hijo de arquitecto, su carrera siempre estuvo marcada por su carácter ecléctico y poliédrico, saltando del racionalismo a la estética pop para bailar a través de la vivacidad y energia de sus piezas.

Su espejo-lámpara Ultrafragola surgió en plena época de los 70 para  preconizar el gamberrismo colorido del momento mientras una sinuosa y distorsionada silueta hecha de perplex en neon rosa reflejaba aquello que se encontraba delante. Una divertida e icónica (sobre todo en esta etapa milennial y z) cuya fuerza reside en la luz garabateada en su silueta que le otorga sensualidad con trazos pop y que ha cautivado al mismísimo director creativo de Louis Vuitton Nicolás Ghesquiere. Al final, en la decoración todo importa, y ya sea para dar crear más amplitud invisible a través del reflejo, como herramienta diaria o simplemente por y para la estética pura, el fin, debe ser el mismo. Tal y como dijo su creador “Si algo nos salvará, será la belleza”

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