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Licencia literaria: del papel a la pantalla (grande o pequeña)

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No es ningún secreto que, en nuestros días, la industria cinematográfica se está quedando sin ideas. A pesar de la gran cantidad de estrenos, el mundo del cine necesita nuevas fuentes de inspiración, y suelen recurrir a ideas ya abordadas en otros formatos o películas de antaño. Una de estas herramientas son los “remake”, el arte de rehacer una película que ya existía y, en ocasiones, contextualizarla. No cabe duda de que la otra gran fuente de inspiración es el material literario, que siempre ha significado un valor seguro para los productores a la hora de contar historias. Pese a ser un recurso histórico, actualmente las aventuras y desventuras literarias son terreno abonado para narrar audiovisualmente una buena historia, por varios motivos: En primer lugar, la duración del metraje ya no supone un problema. Nos hemos acostumbrado a ver películas de dos y tres horas, normalizando algo que en los años noventa se daba únicamente en casos muy aislados. Además, la proliferación del formato seriéfilo permite trasladar historias literarias de cierta extensión a varios capítulos que mantengan enganchada a la audiencia, durante 8 capítulos o varias temporadas.

Por favor, que no se me mal interprete, soy el primero que disfrutar de muchos de esos ejemplos, algunos estrenados recientemente. Pongamos por caso el fantástico trabajo adaptativo que está llevando a cabo el actor y director Kenneth Branagh, dotando de movimiento y de acción real a varios de los personajes ideados por de la escritora Agatha Christie. La primera de ellas, “Asesinato en el Orient Express”, me pareció muy entretenida y bastante innovadora, pese a ser una historia llevada a la gran pantalla en varias ocasiones. Sin duda, fue la segunda historia la que me cautivo hace pocas semanas en el cine: “Muerte en el Nilo”. Puestos a contar una historia ya narrada, solo pido a los realizadores de estas películas que añadad algún toque de originalidad o poder contar con la aportación de algún elemento distintivo que permita al espectador revivir la historia desde una perspectiva diferente. Considero que Branagh cumple con ambos requisitos, dirigiendo e interpretando (que ya tiene mérito). El thriller es un valor seguro en este tipo de adaptaciones, y en esa misma línea hemos podido disfrutar desde el pasado 18 de marzo en Amazon Prime de “Aguas profundas”, protagonizada por Ben Affleck y Ana de Armas. La historia literaria original corrió a cargo de la magnífica Patricia Highsmith, portadora de otras obras llevadas a la gran pantalla como “Extraños en un tren” (Alfred Hitchcock) o “El talento de Mr. Ripley” (Anthony Minghella). En este caso, el efecto conseguido es el contrario. En mi modesta opinión, el director Adryan Lyne (“infiel”, “Atracción Fatal”), ha elegido una historia rica en matices y una narrativa que define perfectamente los perfiles contrapuestos de sus personajes. A pesar de esas facilidades narrativas, el director explota, como único pilar de sustentación para la película, el elemento erótico y la relación perjudicial que mantienen sus dos protagonistas. Ni rastro, excepto en pequeños detalles, del suspense que cabría esperar de una historia nacida de la mente singular de Patricia Highsmith, una avanzada a su tiempo, así como le ocurrió a Agatha Christie.

Por suerte o por desgracia, vamos a tener ocasión de ver más adaptaciones literarias en cine y en las plataformas, ya que sin duda esta es una tendencia que, como ya advertía al inicio de artículo, ha venido para quedarse. Esta circunstancia nos va a permitir disfrutar de algunos ejemplos óptimos y de otros menos placenteros. En el horizonte podemos ver títulos como la adaptación de “Los renglones torcidos de Dios”, dirigida por Oriol Paulo (“El cuerpo”, “Contratiempo”). A pesar de la falta de ideas,  siempre nos podemos consolar con que la literatura nos salve de caer en historias vacías y guiones tediosos, aunque lo consiga en el medio cinematográfico en lugar del literario.

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